A diferencia de lo que le ocurre a otras personas, a mí no me extrañan las declaraciones y la posición política de Felipe González en los últimos años. Y, en especial, su continuo ataque a Pedro Sánchez y a su gobierno. Desde que dejó de ser presidente sólo se ha dedicado a ganar dinero y a vivir bien.
Algo muy legítimo, desde luego, pero que sólo le pueden proporcionar los grandes patrimonios y los propietarios de las empresas y bancos más poderosos. Es normal, por tanto, y dice muy bien de él, que les devuelva el favor cada vez que pueda. Lo malo es que no disimula y se le ve demasiado el plumero.
En el colmo de la exageración, ha llegado a decir, para atacar a Pedro Sánchez, que la amnistía «no cabe en la Constitución». Una afirmación que choca frontalmente con lo que dice su artículo 87.3. Allí se menciona “la prerrogativa de gracia” que no podrá tramitarse por iniciativa popular sino por procedimiento ordinario a propuesta del Gobierno o las Cortes. Una prerrogativa de gracia, como ha señalado el profesor Paz-Ares, que no puede ser otra que la amnistía, puesto que el indulto es personal y de potestad gubernativa. No se puede haber leído la Constitución y decir que la amnistía no cabe en ella, cuando ya lo está.
En cualquier caso, sería loable que el expresidente (quizá debería añadir exsocialista) se preocupe tanto por defender la Constitución. Lo que ocurre es que mira siempre a otro lado cuando los ataques vienen de la derecha y sólo se dedica a señalar como sus enemigos a Pedro Sánchez, a su partido y aliados.
¿No es un ataque a la Constitución lo que está haciendo el PP con la renovación del Consejo Superior del Poder Judicial? ¿Por qué no se pronuncia sobre ello Felipe González?
Hace un par de días, el secretario general del PP, Alberto Nuñez Feijóo, ha hecho la declaración quizá más palmaria de falta de respeto y desprecio que se puede hacer a los valores y a la letra de Constitución. Ha dicho que la soberanía nacional ya no reside en el Congreso de los diputados, simplemente, porque el PP no tiene allí mayoría.
En el artículo 1.2 de la Constitución se dice que la soberanía nacional reside en el pueblo español y en el 66.1 que las Cortes Generales, formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado, lo representan.
¿No es un ataque «despiadado» (de los que se queja González) y manifiesto contra la Constitución decir que el Congreso ya no representa al pueblo? ¿Hay algo más peligroso para la democracia? ¿Por qué, entonces, calla ahora Felipe González? Si lo que le mueve a criticar a Pedro Sánchez es su deseo de defenderla, ¿por qué no critica igualmente a los líderes de la derecha que mucho más explícitamente, como ahora Feijóo, se pronuncian y actúan en su contra?
El comportamiento de González me avergüenza e incluso me indigna, aunque lo entiendo. Actúa como lo que es desde hace años, un auténtico mantenido de su amante; en este caso, quiero decir, del dinero. No es el único, eso sí.
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