Cuando uno inicia una relación nunca piensa en el punto final, ya que al comienzo todo es maravilloso. Es una sensación de bienestar absoluta donde dos personas, la mayoría de las veces, se están conociendo y dan lo mejor de cada uno de ellos. Algunos pensarán que es fingir, mientras que otros, dirán que es para presentar su cara más amable, pero en ambos casos es cierto, que con el paso del tiempo, esas máscaras se caen para dar lugar a otras facetas más reales y es ahí, cuando llega el momento de la verdad. Ninguna pareja es perfecta, porque los seres humanos como tal no lo somos, aunque la sensación que nos produce estar enamorados puede asemejarse a dicha definición de perfección. Es en esos momentos, cuando haremos planes en pareja y tengamos proyectos con la que creemos, que será nuestra otra mitad. Pensaremos en estar siempre juntos y sin querer, sus pensamientos y actitudes influirán en nosotros mismos.
Y llegará un momento en el que debido a la vida, independientemente de que uno se haya casado o no, o haya convivido en pareja, los ritmos de la relación puedan cambiar y no es que sea mejor o peor, sino que es evolucionar. Los miembros de una relación ya no serán los mismos que cuando empezaron y eso supone que pueden existir desequilibrios a la hora de avanzar juntos.
Hay personas que son capaces de lidiar con los contratiempos emocionales del amor. pero hay otras que no y que, ya no sólo eso, sino que deciden abandonar el proyecto marcado. Y es entonces, cuando se produce la ruptura. Pueden ser finales que se venían evidenciando o cortes que se han realizado de forma abrupta y sin avisar. Pero si ambas partes están de acuerdo con ello, entonces no habrá problemas, el desequilibrio será cuando uno quiere dejarlo y el otro no. Es ahí, cuando se producirá un tira y afloja sobre cómo tratar a esa persona que nos ha dejado. Es ahí, donde tenemos que medir nuestros comportamientos porque ya no podemos actuar de la misma manera que cuando estábamos juntos. Y todo eso cuesta porque el apego y la confianza que hemos construido de repente se esfuma, se derrumba como lo hace un edificio con grietas. Nos costará desenamorarnos y para ello es necesario un proceso que será lento y ante el cual habrá que utilizar unas herramientas cognitivas adecuadas a cada persona para salir de ese bache que, según la fortaleza de cada uno, será un pozo o simplemente un pequeño agujero.
Pero lo más importante cuando algo se acaba es saber en qué condiciones uno se encuentra para ser capaz de seguir teniendo una relación de amistad con esa persona que ha sido mucho más durante tanto tiempo, hay que ser conscientes de que aquello que uno quiere puede ser que haga más mal que bien. Ese deseo imperioso de tener la necesidad de saber de la otra parte aún estando separados puede dañar de forma constante la herida abierta y si se sigue manteniendo una comunicación cercana, dar lugar a malentendidos por parte de la persona dejada y hacer sangrar de nuevo la cicatriz. Nadie está preparado para dejar de querer a alguien porque aún habiendo fuertes cimientos, también existen las caídas inesperadas. Y es un proceso muy duro y largo cuando los sentimientos son reales. Incluso, pudiera ser que dos personas se sigan queriendo pero que no puedan estar juntas porque se convierten en tóxicas la una para la otra.
De un modo u otro, hay que saber que para sanar es necesario limpiar las heridas y eso supone, alejarse del foco de dolor que nos genera la ruptura, es decir, de la otra parte. Es necesario retirarse o apartarse durante un tiempo a otros lugares que no nos traigan recuerdos de lo que fue porque entonces volveremos para atrás. Y es que a pesar de que uno piense que puede, hay que poner tierra de por medio para coger energías e intentar volver a recuperar la persona que antes éramos de producirse la ruptura.
Y será con el tiempo, cuando entendamos que es mejor marcar distancias para superar determinados sucesos que nos han marcado y no añorar aquello que nunca tuvo lugar como fueron unos proyectos de los que sólo se hablaron pero que nunca se afianzaron. Hay que volver a creer en uno mismo y dejar que todo vuelva a su lugar, cortando, si es posible cualquier comunicación con la otra persona siempre y cuando, esto nos genere dolor. Será así, cuando podamos entender que nuestro valor no depende de con quién estemos, sino de uno mismo. Y entonces podremos volver a tener proyectos pero con nosotros mismos ya que cuando dependemos de otros, es posible que el final no sea el esperado. Se nos olvida que ante una ruptura hay que pensar más con la cabeza por frío que suene y dejar de lado en lo posible, el corazón.
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