Imagina que no hay paraíso. Así reza la famosa canción de John Lennon, y así es como me atrevo a titular este artículo.
Imagina un lugar donde los delincuentes hacen leyes a su imagen y semejanza porque han sido iluminados por Dios.
Imagina un lugar donde las leyes que hacen esos delincuentes son para indultarse o amnistiarse a sí mismo independientemente de los delitos que comentan: corrupción, terrorismo, organización delictiva, malversación de fondos, etc.
Imagina un lugar donde los jueces que pretendan perseguir dichos delitos son atacados desde los escaños de esos políticos que han hecho las leyes según la horma de su zapato para salir indemnes de todas sus fechorías.
Imagina un lugar avalado por los odios nacionalistas con respecto a los demás ciudadanos por haber nacido un poco más al norte.
Imagina un lugar donde se ha dinamitado la igualdad entre los ciudadanos porque unos se pueden acoger a leyes que redactan para sus beneficios que les eximen de cualquier pago y otros son perseguidos por Hacienda por desgravarse un concepto dudoso.
Imagina un lugar donde los dirigentes políticos se ven involucrados en delitos de cohecho, falsedad documental y blanqueo de capitales.
Imagina un lugar donde los ministerios son chiringuitos de amigos y colegas que son investidos como asesores para repartirse entre ellos los presupuestos conseguidos con los impuestos de sus ciudadanos.
Imagina un lugar donde se concede una amnistía a evasores de impuestos que abren cuenta en paraísos fiscales panameños para evitar sus obligaciones con Hacienda.
Imagina un lugar donde los opositores de lo único que se preocupan es de que no suban el mínimo interprofesional a los que menos ganan, ni que las pensiones se revaloricen.
Imagina un lugar donde los jóvenes no pueden emanciparse porque no hay vivienda asequible para ellos y donde la tasa de paro en su colectivo es abrumadora.
Imagina un lugar donde los dirigentes políticos son capaces que decir que para subsanar el problema juvenil sean los pensionistas los que se hagan cargo de la escasez que sufren sus nietos.
Imagina un lugar donde la riqueza de sus productos se termina pudriendo porque la producción propia tiene más controles y aranceles que la que viene de fuera y, por tanto, no son competitivos.
Imagina un lugar donde parte de la banca se dedica a estafar a sus clientes con acciones preferentes y que además hay que rescatarla con el impuesto de toda la ciudadanía.
Imagina un lugar donde los nacionalistas que pretenden dinamitar la integridad territorial reciben enormes sumas de dinero del erario para, precisamente, crear embajadas de un país inexistente.
Imagina un lugar donde existan territorios y provincias en los que se prohíba hablar la lengua propia.
Imagina un lugar que pretenda aglutinar en uno, el ejecutivo, la sagrada separación de poderes. Aquella que en 1748 Montesquieu estableció, independientes uno del otro, en el ejecutivo, el legislativo y el judicial.
Imagina ahora un lugar donde la política nada tiene que ver con valores y razones. Donde las promesas electorales no se cumplen, sino que son simples engaños ante el electorado para ostentar el poder.
Imagina un lugar donde se avala el supremacismo y la deriva oscurantista de negociaciones torticeras frente a la transparencia.
Imagina un lugar donde las tesis ética y morales sean aquellas que decía Marx, el más ingenioso de los hermanos Marx: «Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros».
Y ahora imagina un lugar en el globo terráqueo. Quizá en Sudamérica, entre California al norte y el Cabo de Hornos al sur; en un país bananero. O quizá en Oriente, entre Estambul al oeste e Islamabad al este; en un país dictatorial de la Asia más profunda e integrista. O quizá en un país en el sur del globo terráqueo, en el corazón de África, donde distintas tribus y etnias se matan entre sí por alcanzar el poder…
O, más certeramente, un país en el sur de Europa. De esa vieja Europa que pretende vestirse de gala, con sus mejores atuendos de transparencia, de pureza, de postulados cívicos heredados por su vasta cultura y sus años de civilización.
Como decía Lennon en esa canción inolvidable: “Imagina que no hay paraíso, es sencillo si lo intentas”.
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