Que el estrés es enemigo de una sexualidad sana y placentera no es ninguna novedad, pero si a esto le sumamos la presión (tanto personal como social) por lograr un embarazo, el resultado puede llegar realmente a hacer mella en la vida sexual de la pareja. Las parejas en búsqueda de un hijo pasan por varias fases: con la ilusión inicial, siguen manteniendo relaciones como vienen haciendo habitualmente. Luego pasan por ajustar esas relaciones a los días fértiles, y cuando ven que no se consigue el embarazo fácilmente, aumentan esa frecuencia para lograrlo.
En esta última fase ya empieza a planear la frustración por no conseguir el objetivo deseado, y lo que era divertido y excitante se convierte en poco apetecible e incluso insatisfactorio en el contexto de una sexualidad planificada. “La pasión y espontaneidad inicial puede ir desapareciendo a medida que va pasando el tiempo y no hay novedades. A nivel sexual, a partir del sexto mes, las tasas de estrés y de ansiedad que supone el encuentro empiezan a aumentar y a medio-largo plazo puede traducirse en la aparición de disfunciones sexuales”, explica la doctora Susana Rabadán, ginecóloga de IVI Madrid.
En concreto, en los hombres, lo más habitual es encontrar alteraciones en la erección, eyaculación precoz, mientras que en la mujer se manifiesta una disminución del deseo, incapacidad de orgasmo o incluso molestias o dolor por el estrés que puede generar el acto, así como una disminución de la respuesta sexual en ambos. Todo esto viene motivado porque, en la búsqueda del embarazo sin éxito, el encuentro sexual es cada vez más mecanizado y planificado en torno a la ovulación, lo que provoca una progresiva pérdida de la libido y ansiedad anticipatoria.
“El deseo es una respuesta sexual humana, en la que interviene el sistema parasimpático, que regula las conductas que dependen del ser humano, es decir, las involuntarias. El problema viene cuando añadimos la imposición de tener relaciones, por así decirlo, a algo que de manera natural es instintivo. Aquí entra en juego la rama simpática, que regula las voluntarias. Y estos dos sistemas funcionan como las compuertas de un río, no pueden estar activos a la vez si queremos que estén en funcionamiento. Y lo que a veces sucede es que se acaban teniendo cada vez más relaciones sin deseo, con todo lo que eso conlleva tanto a nivel de respuesta sexual como a nivel mental y afectivo”, añade la Dra. Rabadán.
Cómo enfrentar la situación desde el prisma psicológico y reeducar el deseo
Una cosa está clara: evitar hablar del tema solo empeorará la situación y distanciará cada vez más a la pareja. Y cuando llega el momento en el que su dinámica sexual se ha deteriorado, o incluso ha desaparecido, es necesario dar un paso adelante y acudir a terapia.
En IVI, la Unidad de Apoyo Psicológico ubicada en cada una de sus clínicas, perfilará las mejores estrategias para ayudar a las parejas a encauzar esta realidad. Una vez allí, se evalúa la situación de partida con el fin de “reprogramar” este ámbito de la intimidad de la pareja, desligarla únicamente del fin reproductivo y alejarla de estos sentimientos de ansiedad.
Así lo explica Soledad Chamorro, psicóloga de IVI Madrid: “Hay que entender que muchas parejas ya vienen con una mochila de cansancio emocional tras meses intentándolo antes de pedir ayuda profesional. Hablamos de un contexto en que las relaciones sexuales pueden llegar a convertirse en sinónimo de miedo al fracaso o dolor emocional. Y por ello es fundamental contar con herramientas para desbloquear esas sensaciones y reactivar el deseo”.
Una concepción frecuente en parejas con problemas de fertilidad pasa por ver la relación sexual como un medio para conseguir un fin. Para cambiar esta mentalidad, es necesario potenciar la comunicación de pareja, además de favorecer el encontrar momentos en los que se pueda propiciar este acercamiento (incluso sin tener en cuenta los días fértiles de la mujer) o ser abiertos a la hora de despertar la respuesta sexual.
“Volver a sentir esa cercanía y conexión es clave para que no se diluya el deseo en una pareja que está pasando por una época difícil. No olvidemos que una vida sexual satisfactoria aumenta las endorfinas y mejora el estado de ánimo y la autoestima. A nivel de pareja, es muy beneficioso para la relación tanto sexual como afectiva. Debemos ver la sexualidad como un todo y no centrarnos solo en lo reproductivo. Y, desde luego, el sexo en sí mismo es un gran aliado para potenciar y recuperar la comunicación en las parejas”, concluye la experta.
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