Nací en mil novecientos treinta y cinco el día quince del mes de febrero; ochenta y nueve años de un buen sendero que siempre he recorrido con ahínco.
Debo decir que, con tan solo cinco, sentí en mi corazón que era un madrero necesitado de un buen asidero que a pesar de mi edad en él me afinco.
Y que tuve unos buenos protectores, que llenaron mi vida de ilusiones con un amor generoso y sincero:
Mis padres, mi mujer y mis tres flores, seis ángeles, seis nobles corazones, que me han hecho el camino más ligero.
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