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Desconcertante masacre en Toledo

Esta ciudad no se encontraba en España, sino en el Chaco Boreal Sudamericano. Era un fortín así bautizado en honor al héroe de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza
Luis Agüero Wagner
martes, 27 de febrero de 2024, 09:44 h (CET)

El día 27 de febrero de 1933, mientras intensas negociaciones de Argentina, Brasil y Chile intentaban frenar la matanza en el Chaco, el jefe boliviano, los altos mandos bolivianos decidieron atacar Toledo.


Toledo no se encontraba en España, sino en el Chaco Boreal Sudamericano. Era un fortín así bautizado en honor a Felipe Toledo, héroe de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza.


El día anterior, 26 de febrero, los bolivianos habían iniciado un pavoroso ataque precedido por un intenso bombardeo de la artillería. Luego del mediodía avanzó la infantería boliviana detrás de una cortina de obuses, sobre unos eficaces centros de resistencia diseñados por Juan Bautista Ayala, jefe paraguayo egresado de la Escuela Militar de París como oficial de Estado Mayor.


Los bolivianos, creyendo romper las líneas enemigas con su fácil avance, en realidad se introdujeron en una máquina de moler carne.


En los espacios entre centros de resistencia, los bolivianos quedaron atrapados entre los morteros, los fusiles y la artillería paraguaya. Una división boliviana por poco desaparece, tras sufrir más de cinco mil bajas. Los daños causados a las fuerzas bolivianas fueron tan contundentes, que superó las expectativas del mismo Juan Bautista Ayala, quien siguió por varios días esperando un nuevo ataque que no tuvo lugar.


El 28 de febrero de 1933, exactamente el día que cumplía 25 años, fue evacuado por una grave herida en la pierna, el Teniente Segundo Román Escurra Valenzuela. Había participado en aquella batalla cuando aún no se cumplía un mes de su egreso en la Escuela Militar, integrando con sus soldados el regimiento Piribebuy mencionado en una famosa y popular canción. Lo habían enviado inmediatamente al Chaco, al mando de un pelotón para luchar a las órdenes del Comandante Ayala.


Allí, como tantos otros, el joven oficial Escurra, recibió su bautismo de fuego integrando con sus hombres los mencionados centros de defensa diseñados por Ayala.


Todo esto sucedía en medio de febriles negociaciones de paz, y enredos diplomáticos entre países sudamericanos.


Unos días antes, el 24 de febrero de 1933 se reunía el Congreso paraguayo, para tratar un pedido del Poder Ejecutivo elevado para declarar la guerra formalizando una situación de hecho. La ausencia de una declaración oficial del estado de guerra constituía un problema estratégico, por la peculiar ubicación geográfica del territorio disputado. Sin declaración de guerra, el Gobierno paraguayo no podía reclamar de la Argentina la adopción de las medidas necesarias de neutralidad.


A su vez Chile no podía impedir el paso por el territorio de Arica de los armamentos adquiridos por Bolivia que llegaban desde potencias fuera de la región. Esta situación había generado un debate en la diplomacia chilena, a fines del gobierno del presidente Ibañez del Campo y principios de la era de Jorge Alessandri.


Pensando que la neutralidad argentina y chilena le favorecen, los parlamentarios paraguayos votaron por autorizar una formal declaración de guerra.


El 6 de marzo fue otorgada la autorización para declarar la guerra ; pero el presidente Ayala la retuvo por más de dos meses, a pesar del escepticismo con respecto a las intenciones pacifistas.


Finalmente, el 10 de mayo de 1933 firmó el decreto por el cual se declaró la República del Paraguay en estado de guerra con Bolivia, formalizando este desconcertante duelo ante todo el universo. LAW

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