En nuestro día a día nos relacionamos con muchas personas, algunas de las cuales forman parte de nuestro círculo más cercano y otras nos vienen impuestas por temas diversos. Pero de una forma u otra, al final, creamos unos lazos de unión que pueden ir variando a lo largo del tiempo.
Generalmente, aquellos que nos influyen más, serán los que conformen nuestra familia, amigos o pareja. Será con ellos con los que nos sintamos más cómodos para mostrarnos tal y como somos, pero pudiera suceder que, a veces, la sinceridad pueda sobrepasar determinados límites o la propia confianza, excederse de unos rangos y dar lugar a ciertos problemas personales.
Cuando estamos en nuestro entorno, nos relacionamos de verdad y nos mostramos reales. Somos capaces de hablar de cualquier tema y expresarnos de forma transparente. Cuando estamos con otros, solemos ser más comedidos y medimos más las palabras y eso suele ser porque, sin querer, pensamos constantemente en el qué dirán y en la imagen que podemos proyectar sobre otros. Las personas con las que nos sentimos seguras son aquellas a las que les pedimos determinados favores o sobre todo, esperamos de ellas más que de otras personas más externas por el simple hecho, de que es lo que debería ser por ser especiales para nosotros.
Esperamos siempre que nos devuelvan lo que damos y eso es un hecho. Creemos que por ayudar a los nuestros, estos se portarán de la misma manera porque debe ser así. Es una especie de deuda moral que se va estableciendo con unas personas específicas y concretas en nuestra vida. Pero también hay que saber que esto no siempre va a suceder así, ya que habrá veces que los que nos rodean y consideramos que encajan a la perfección, nos generarán algunas decepciones y desencantos. Y es que uno experimenta esa sensación cuando espera más de lo que realmente debe.
Decepcionarse es estar afligido por no ser correspondido y es ser engañado, no de forma real, sino en base a la valoración que teníamos de esa persona. Cuando eso sucede una impresión de vacío nos puede invadir por haber creído demasiado en alguien o quizá, por saber que uno habría actuado de otro modo, es decir, diferente a lo que la persona que nos decepciona ha hecho. Y pudiera ser que, muchas veces, depende más de nuestra percepción que de otra cosa, porque tenemos que saber que la mejor manera de no entrar en ese sentimiento de frustración es no esperar tanto de alguien.
Los desengaños generan una especie de desilusión que puede durar un tiempo determinado o por el contrario, puede ser que sean difíciles de superar. Todo dependerá de la manera de pensar y actuar de las personas o grupo en el que se ha producido eso. Hay que tener claro que, una manera de defenderse, es la de no creer que los demás harán lo que nosotros haríamos. No tenemos que poner en un pedestal a nadie porque somos humanos y como tal, podemos cometer fallos y ser interpretados por otros, como algo decepcionante. Podemos errar pero también tenemos que saber que si por nuestras acciones, hacemos daño a alguien, ya sea queriendo o sin querer, hay que pararse y pedir perdón.
En las relaciones humanas pasaremos por muchos estados porque, al igual que la sociedad evoluciona, todos también lo hacemos con ella. Ante situaciones de esta índole, hay que detenerse y reflexionar. Debemos hablar con la persona que nos ha dicho que se siente mal por una acción determinada o por varias, en caso de ser constante en el tiempo y no lo hubiéramos sabido hasta este momento. El diálogo es imprescindible para poder solventar estas situaciones, ya que no nos podemos dejar llevar por el abanico de emociones que sentimos. En toda circunstancia y ya no sólo en esta, es necesario parar y pensar en blanco. Podremos sentir furia o rabia que irán seguidas de tristeza pero hay que saber hasta qué punto es culpa del otro y no de nosotros mismos, por exigir demasiado o confiar más de lo que esa persona puede darnos. A veces, el malentendido puede deberse por el error de la valoración excesiva que depositamos en alguien que no está dispuesto a darnos tanto como nosotros sí que lo haríamos y es ahí, cuando entra en acción, la contradicción.
Debemos querernos más para no cuestionar las acciones que otros tienen sobre nosotros, evitando así, llevarnos decepciones porque de uno mismo depende la evaluación que hagamos del mundo y el entorno en el que vivimos.
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