Sin apenas darnos cuenta hemos paseado por curiosos senderos; eso sí, apresurados, sin percepciones relevantes. En todo caso, experiencias esporádicas tendentes al aislamiento; quedan relegadas con frecuencia las consideraciones del entorno, de las demás personas e incluso de los mejores fondos personales. La prisa no concede respiros adecuados y las actitudes displicentes de los caminantes se consideran autosuficientes. No obstante, las diferentes actuaciones originan repercusiones de gran calado en las personas, sean captadas o pasen desapercibidas. A poco que prestemos atención, abundan las impresiones expuestas a las impresiones individuales, veamos algunas al hilo de los HAIKUS siguientes:
Crujen los huesos En demasiados suelos. ¿Dónde miramos?
Porque si miramos, en qué pensamos; y más importante todavía, de qué manera nos acercamos a las posibles soluciones. Hay causas y complicidades, si nos descuidamos, todos podemos ser en cierta manera causantes y cómplices. De cerca y de lejos, quedan en el aire muchas IMPLICACIONES responsables, mientras se suceden con crudeza los mencionados crujidos cargados de sufrimientos. Las banderías sectarias contribuyen a esas terroríficas tragedias.
El pensamiento Corre veloz y ciego. No sé dónde ir.
De tan solicitado, el pensamiento no puede acudir a todos los requerimientos; se superponen de manera simultánea; la rapidez en la gestión, apuntaba a la obtención de las soluciones, pero ni con esas, las insuficiencias son patentes. Queda patente la INCOMPATIBILIDAD entre la el ritmo de los estímulos y la necesaria pausa para un mínimo razonamiento. No puede extrañarnos la frecuente sensación de haber perdido el rumbo, de encontrarse uno desorientado en medio del ajetreo incesante, situación candente en los ambientes actuales.
En la batalla, Orgullo y desaliño. Alas cortadas.
La búsqueda de colaboraciones es inevitable dada la incapacidad para cubrir todos los retos existenciales. Frente a ese anhelo que sería beneficioso para todos, topamos con el progresivo DESAPEGO general y la tendencia a intensificar las divergencias, en aras de los réditos particulares. Los vuelos de cada persona se ven obstaculizados por las ingentes fuerzas desplegadas y las actitudes prepotentes. No hay justificación para esa deslealtad comunitaria que impera furiosa.
En la memoria Abundan las desdichas. Brota el suspiro.
A pesar del cúmulo de insatisfacciones o penalidades, se retuerce el empeño de no apreciar el conjunto de las percepciones de lo acontecido. No conformes con el simple registro de las desdichas, se reiteran sus consideraciones como protagonistas exclusivos; mientras relegamos el tratamiento de los mejores talantes y silenciamos las cualidades humanas. Por eso cobra un sentido especial el aliento de un SUSPIRO desde los adentros, limpio de lastres impertinentes.
Soledad necia, Frialdad apabullante. Luces latentes.
No importa el gentío, ni las vociferantes estridencias. Como la niebla espesa, cae sobre nosotros la tupida capa de una soledad implacable, aunque sea entre la muchedumbre. No es cuestión de ignorancias, no. Son bien conocidos los rescoldos de la bonhomía y los fondos mágicos de las personas cabales. Postergarlos, no implica desconocerlos. De donde surge la conclusión indeseable, nos va la marcha de ese enfriamiento de las RELACIONES. Con los corazones fríos será difícil subir esa temperatura, si además, sólo esperamos el revulsivo desde los agentes externos.
Es incesante El bullicio de fondo. ¿Por qué te callas?
No se trata de que abunden las ideas propias, pero cuando surgen, y sobre todo, si están bien fundamentadas; no es comprensible su postergación voluntaria, intimidados por la algarabía circundante. El mencionado silenciamiento contribuye a la desorientación general y a la frustración de los ámbitos particulares. El bullicio es útil para esconder peligrosas tergiversaciones, en su jerga se cuelan mentalidades aviesas con intrépidas maquinaciones.
Frente al espejo Las visiones me aturden. Buena ventana.
Si por fin nos decidimos a repasar las vivencias sin alborotos, corremos también el riesgo de quedar abrumados por tantas apreciaciones atosigantes como confluyen; por su número e importancia nos bloquean las neuronas, nos paralizan. Sólo el HORIZONTE nos sugiere la visión de otras luces, impulsando la imaginación y la creatividad personal de cara a la configuración del sentido propio en las futuras actuaciones. No se acabaron las perspectivas atrayentes. Nuevos aires, nuevas ideas y mejores actuaciones.
Mar encrespada Con olas misteriosas. Sol radiante.
Por si escasean los enigmas naturales inabordables, contribuimos de manera inaudita a la confusión general, con estratagemas de lo más perversos y silencios peligrosos. Dicho panorama imperante es el reflejo de una obcecación nefasta muy extendida. Encenagarse en esas tramas incide en la negación a levantar la mirada hacia la belleza, la bondad, las actitudes entrañables, las emociones y los afectos, o las maravillas surgidas de unas inteligencias bien proyectadas.
Ante las diferentes salpicaduras externas surgen los escozores internos, con un grado de afectación muy variado según las intensidades, las personas implicadas y los momentos. La atención prestada, la disposición del ánimo para asimilarlas y el coraje posterior para las reacciones coherentes, van a ser determinantes para el propio protagonista, que nunca podrá ser considerado un ente aislado:
Sin dar respiro Las brumas nos agobian. Vital audacia.
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