Por definición, escondrijo es un lugar favorable para ocultarse o guardar algo, pero que es, por su propia naturaleza, difícil de hallar.
Un escondrijo puede estar a la vista de todos; esa aparente visibilidad lo hace oculto.
En mi opinión, en la poesía amorosa o erótica, los rincones vedados tienen la chispa detonadora de la libido que con sus explosiones nublan la razón, fuerza que activa los recovecos cerebrales, lugares propicios para los escondites de los asuntos poco abordados, algunos moralmente censurables o tan profundos y reflexivos que no terminan de desenmarañarse.
Escondrijos (UMA. 2024) es el título del más reciente poemario de Salvador Calva Morales que en breve estará al alcance del público.
Con autorización del autor, en forma de avance, les comparto las líneas que escribí para el prólogo del libro.
Aquí la reproducción:
Salvador Calva Morales es un personaje que tiene despiertos todos los sentidos para asir lo que los demás pasan de largo.
Como buen etólogo mira con detenimiento, y en la mayoría de las circunstancias, con un flashazo, un mínimo olor o un sonido cualquiera, puede determinar las causas, los motivos y las circunstancias que envuelven a una persona o un momento dos o tres secuencias atrás, o ese mismo número de fragmentos posteriores.
Va y viene en el tiempo y en el espacio, desentrañando lo que está bajo resguardo de otros, excepto para sus ventanas y tentáculos abre ostras.
Con ese ánimo de atrapa perlas, Salvador va al encuentro con sus musas, advierte aquellos puntos en los que guardan para sí cuestiones íntimas, y los evidencia, busca hacerlos suyos, como en su poema Déjame ver:
déjame ver tu sonrisa inesperada / la que escondes ante mí / la burlona descarada / mujer libélula / de aguas claras / de ironías insanas…
Con una especie de mirada de rayos x, Salvador Calva ingresa, por lo menos a través de sus versos, en la intimidad de la doncella, y desde ahí, como si fuera un conspicuo explorador de tesoros, describe lo que ve a su paso, como en Desfiguros:
fantástico festín el de anoche / fiesta en tu pelvis / algarabía en tu mente / hervir tu luna en llamas / noches de libélulas en brama
El poeta va y viene una y otra vez en lo estrictamente íntimo, recorre las veredas, ya ampliadas por él en avenidas, para regocijarse en los terrenos que sabe son poco conocidos, en algunos casos, muy probablemente vírgenes.
desprendí de tu cintura la faja de seda multicolor / que me abrió la vereda / camino sinuoso de perfumes finos / seguí bajando del cielo a la tierra / al descubrir que el ceñidor / sostenía el telón de tu obra maestra
Los versos anteriores son de Afrodita o Helena, pero muy bien podrían ser de cualquier otro de sus cuarenta y tantos poemas amorosos, porque en Escondrijos –vale la pena decirlo–, el autor no cerró la puerta a algunas composiciones intimistas y reflexivas como ¡Piedad! o ¡Gracias!
Veamos:
Señor / ¿a dónde vamos a parar? / te confieso que mis hermanos los animales / están asustados porque ellos no se hacen daño entre sí
Los versos previos son del poema ¡Piedad!, en los que el escribano inspirado nos deja ver un mundo maravilloso inaccesible a quien va como autómata en el trajín cotidiano.
En ¡Gracias!, el juglar describe una forma de vida que es su refugio, mostrándonos con ello un escondite o escondrijo ajeno al resto de octogenarios:
reconozco que gusto le doy a la libido / que a diario tarde me voy a dormir / sigo cautivando / mientras mis colegas amigos y correligionarios / duermen y sueñan como ancianos consumados
Es en este poemario donde más claramente puedo ver al autor en su etapa de niño, tratando de ver a través de algún resquicio la joya preciada detrás del encaje y el pastizal recién húmedo del rocío de la mañana, pero también del cofre de la vida y del misterio de la existencia.
En Escondrijos, Salvador nos muestra a su octagelescente, al maduro adolescente en funciones de relator de lo escondido, de lo que hay en los escondites infaltables de cualquier castillo, palacio o “portento de belleza”, dicho en sus propias palabras.
La parte visual busca reforzar la apuesta lírica, el lector juzgue si se consiguió.
Por otra parte, Escondrijos sale a luz después de una fuerza inquebrantable del autor para que así fuera, pues le bajó de decibeles a su estado poético permanente que le llevó a escribir veintiún poemarios previos.
Este libro es una invitación a develar los puntos ocultos exhibidos por el autor y, ni más ni menos, a visibilizar otros tantos escondrijos en los cuales solemos ocultarnos para no hacer frente a lo que nos impide cambiar de paradigmas, o bien como fortaleza, para desde ahí encarar la rudeza diaria.
El autor ya hizo su trabajo, pero ¿cuáles son los escondrijos que tú, amable lector, te propones hacer visibles y encarar?
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