Posiblemente los lectores que no sean malagueños no entenderán lo que encierra este artículo. Sin embargo, aquellos que hemos podido disfrutar a lo largo de nuestra vida de ese manjar, añoramos la presencia en nuestras mesas del chanquete, desde aquella aciaga fecha del verano de 1988 en la que se prohibió su pesca y comercialización. Los que nos hemos criado a orillas del Mediterráneo, sabemos distinguir perfectamente a los pescados pertenecientes a la especie aphia minuta de las crías de otras especies. Los expertos los conocen muy bien y los distinguen al momento. A lo largo de muchos años una sarta de desalmados esquilmaron nuestras costas recogiendo crías de otros peces para dar “morralla por chanquete”. Esto provocó la prohibición. Todo este pensamiento surge de un mensaje que recibí ayer. En el mismo se incluía una foto de un “rancho” de chanquetes que despertó mi envidia. Me consta que circulan muchos kilos de este pescado delicioso por las redes marginales. (He podido comprobar que en algún restaurante madrileño siguen sirviéndolos a veces). Durante una época de mi vida pertenecí a la tripulación de un boliche que echaba sus redes en las playas rinconeras. Mi trabajo en la barca de “Juanillo el Ufemia”, consistía en “jalar” la veta de levante con una tralla y aprovisionar a la tripulación con tortas de algarrobo y aguardiente revuelto.
Participaba del reparto en especie. Una bolsa del pescado obtenido, que hacía poner el grito en el cielo a mi esposa, harta de freír chanquetes y gastar aceite. Recurríamos a la tortilla y al “en blanco” para gastar el suministro chanqueteril y repartíamos con los vecinos el resto. Desgraciadamente aquello se acabó. Ahora pretenden conformarnos con una especie de trozos de plástico a los que les han pintado los ojos provenientes de la China. Pretenden engañarnos como hijos del celeste imperio con algo a lo que podemos llamar “xianketes”. Conmigo que no cuenten. La buena noticia de hoy es que aun podemos disfrutar de los manojitos de boquerones, las conchas finas, los calamares, las gambas de la bahía, los chopitos, etc. Desgraciadamente han desaparecido los copos, pero aun llegan cada mañana a los puertos de la Caleta, o al propio de Málaga, sardinas plateadas o jureles grandes para espetar y todos esos manjares que cuestan un riñón pero que valen un Potosí. Aquí si que entendemos de pescado. ¿No se podría abrir la veda un poquito? Temo que algunos chanquetes malagueños estén muriendo de viejos.
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