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​¿Que los animales tienen conciencia? ¡Imposible!

¿Puede sobrevivir un mundo sin leyes? Un mundo con inteligencia, no
Luis Méndez Viñolas
sábado, 27 de abril de 2024, 11:25 h (CET)

NBC News y otros medios recogen la siguiente noticia sobre las investigaciones de un nutrido grupo de científicos: "Pruebas empíricas indican al menos una posibilidad realista de experiencia consciente en todos los vertebrados (incluidos reptiles, anfibios y peces) y en muchos invertebrados (incluidos como mínimo moluscos cefalópodos, crustáceos decápodos e insectos)…".


Está bien; no obstante, el párrafo es poco contundente: “al menos una posibilidad realista”. “Experiencia consciente” ¿Equilibrios semánticos, presiones industriales, residuos convencionales?


Lo que es una noticia para los medios no es ninguna novedad. Internet está repleto de datos sobre animales que salvan a animales, incluso a humanos, con riesgo de sus propias vidas. Hay suficiente literatura sobre la inteligencia de los cuervos. Igual los lobos: sus formaciones son verdadera alineaciones tácticas. No digamos de sus sistemas de caza (por desgracia la Naturaleza es así). Lo mismo, osos, delfines, cerdos.


Nos dan alimento, fuerza, espectáculo, piel, medicinas, vigilancia, posibilidad de experimentación, actividades profesionales (pastoreo, descubrir drogas, bombas, perdidos en la nieve), compañía, detección de enfermedades, etc. y nosotros nos comportamos como humanos a los que echan margaritas.


Posiblemente algún escéptico haya exclamado: “¡Imposible! Pero si no la tienen ni los humanos”.

Sin embargo, que los animales tengan conciencia, consciencia, inteligencia, experiencia, o como se lo quiera llamar, para nosotros es indiferente. Está claro que se investiga lo evidente. ¿Por qué el ser humano que en casos se comporta tan torpemente, le da tanto valor a la inteligencia? ¿Acaso --salvo los Himmlers de turno--, hace lo mismo con los humanos deficientes en inteligencia? Medir sólo por el CI no es humanista.


Para nosotros, lo importante no es que sean inteligentes, sino que tienen capacidad de sufrimiento, de dolor. ¿Acaso el dolor físico o moral sin inteligencia no duele? Excepto Descartes, todos sabemos que no es así. Lo mencionamos porque, a pesar de su método y racionalismo creía (salvo que pensara en beneficio de los propietarios de mataderos) que los animales eran autómatas y sus gritos de dolor crujidos metálicos. Excelente forma de aplicar la duda metódica. No hay realidad más evidente que la del dolor, más que la de la felicidad.


No obstante, quedan seres aparentemente inteligentes que aún dudan. Deberían pensar en que restar a los animales capacidades que tienen no es otra cosa que restárnoslas a nosotros mismos. ¿Acaso no han observado a una madre animal con sus crías? No serán inteligentes, pero saben cómo convertirse en el eje de la familia.


La insensibilidad tiene efectos generales. ¿Acaso creemos de verdad que la insensibilidad con lo de Gaza, por ejemplo, no repercutirá sobre todos nosotros? Cada horror que se permite es un horror que se aproxima.


A todo esto podemos añadir un argumento más, el derecho humano a que no torturen nuestra capacidad de sufrimiento con salvajadas.


Ovejas o leones


Continuando con animales. Dicen que Alejandro Magno prefería enfrentarse a un ejército de leones dirigido por una oveja que a uno de ovejas dirigido por un león.


Esto plantea el dilema de pueblos o dirigentes. No cabe duda de que lo ideal sería un ejército de leones dirigidos por un león. Pero esto ocurre en contadas ocasiones, y quizás tampoco sea tan conveniente: puede llevar de la confianza a la imprudencia, y de ahí al desastre. También existe la posibilidad, no impensable, de ejércitos de ovejas dirigidos por ovejas.


Analizando a uno de tantos estadistas excepcionales, se hacían interpretaciones personalistas (idealistas) sobre si sus logros eran producto de su talento. Esta interpretación fue contestada con argumentos sociales (materialistas). Los logros no sólo se debían a su excepcionalidad, que sí, sino también a otra causa que los demás no evaluaron: las condiciones objetivas del momento histórico (un pueblo concienciado, unas circunstancias económicas determinadas, organizaciones sociales preparadas, etc.). De no haberse dado estas, hubiera sido difícil lograr nada, al margen de las cualidades del dirigente. Napoleón, por ejemplo, fue fruto de la contrarrevolución disfrazada de revolución.


Pero ¿cómo esperar que esos pueblos adquieran las capacidades necesarias? El desgaste que produce el trabajo, el tiempo que resta a la formación, se infravalora. ¿Cómo leer sobre la magdalena de Proust después de descargar ocho horas en el puerto? Ese trabajo representa un tercio (o más) de una vida cotidiana. Un hecho fundamental para el progreso de los pueblos se mantiene interesadamente nublado. Unas condiciones laborales óptimas no son un derecho individual, sino una necesidad nacional. ¿Qué dicen los patriotas?


Respecto a esto se ha producido una involución perversa. Antes, las élites, bastante más inteligentes que las actuales, mantenían el nivel del agua a la altura de la barbilla de los pobres. Eran conscientes de que no les convenía ahogarlos. Pero en la actualidad el afán de esas élites es el de subir sin medida el nivel del agua. Y pueden ocurrir dos cosas: o que sus pobres se ahoguen (¿quién trabajará, quién consumirá, quién les legitimará?), o que estos cierren por ellos mismos el grifo. Estas realidades, muchos historiadores que en nada aprecian a sus congéneres, las evaden.


Pocos quieren reconocerlo todavía, pero nuestro mundo está dando un giro importante. Cosas que no se veían comienzan a ser evidentes. Pero las élites ni así.


La destrucción de la ley


Continuando con animaladas, la llamada comunidad internacional (así se autodefinen cuatro naciones y media) está rompiendo todos los tratados, leyes, normas y reglas que no les beneficie. Son subidones de prepotencia y arrogancia. Interpreta su soberanía como un recorte de las ajenas. No admite que se cuestiones su ley, cualquiera que haya sido el camino de legitimación. Libertad, derechos humanos, democracia, se han convertido en envolturas. Lo que haya dentro se desconoce. Sólo lo saben cuatro inelegidos (término que se debería crear), Pero pacta con cualquier cosa, incluso contradiciendo descaradamente, no ya sus principios, sino su propia propaganda. Ser su aliado enciende un aura de legitimidad.


Traza ejes morales, pero no lo son. Son ejes estratégicos. Ejes que se contradicen visiblemente con otros que ella misma trazó contradictoriamente. Gaza no provoca sanciones ni boicots. En la ONU, de repente, veta sus propios principios, y acto seguido pontifica sobre el mal.


¿Puede sobrevivir un mundo sin leyes? Un mundo con inteligencia, no. ¿Entonces? Pues abajo la inteligencia. La verdad es que los españoles tenemos personajes singulares que se anticiparon para bien o para mal al futuro; el submarino, el autogiro, el suicidio nacional. 

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