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Idiotas

No es como se dice, sino como se actúa
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 10 de mayo de 2024, 10:06 h (CET)

Quizá sean pertinentes algunas consideraciones en torno al SIGNIFICADO inicial dado por los griegos a la palabra idiota. Aplicada a los sujetos que por alguna motivación se apartaban de la vida pública. Se convertían en elementos inútiles para su organización política. Y de esa inutilidad derivan los posteriores atributos despectivos referidos a esa palabra, apuntan a la nulidad de su inteligencia. Se han acentuado los matices de la reclusión del individuo en sí mismo, su reducción mental y la incapacidad reflexiva total; es la adscripción más consolidada del término en la actualidad.


No obstante, se han multiplicado las llamadas de atención para repensar las CONSIDERACIONES en torno a las atribuciones iniciales de los griegos. Sobre todo, en el sentido de la inseparable relación individual entre las vivencias íntimas, las actuaciones privadas y su grado de colaboración social, son actitudes muy entrelazadas; no parece factible el establecimiento de unas separaciones netas entre dichos sectores. Por otra parte, hasta qué punto la denominada organización comunitaria se configura con los requisitos proclamados, siendo el principal el de basarse en los individuos y, en consecuencia, mantener la cercanía con sus ideas, deseos, vicisitudes cotidianas y necesidades.


En cualquier agrupación social que se precie, la pluralidad origina situaciones controvertidas, por las propias características de sus integrantes. La convivencia se convierte en una de las tareas primordiales y exige la creación de estructuras adecuadas para las variadas actitudes. Por la propia naturaleza de la realidad circundante, la DIVERSIDAD es incuestionable en todos los aspectos, ideas, estrategias, conductas o abusos. La tentación uniformista constituye una amenaza real para el funcionamiento general. Son comprensibles los múltiples matices de las actuaciones tanto individuales como colectivas; nos obligan a ser cuidadosos a la hora de establecer las valoraciones pertinentes.


Desde la mera subsistencia a las grandes conquistas posteriores, se implanta un panorama heterogéneo, hasta límites extremosos. En el BAGAJE de esas experiencias se incluyen en primer lugar toda clase de enigmas y dificultades derivadas de las características naturales implantadas en este mundo. En la medida de las intervenciones humanas posteriores, se incrementan las variaciones a hora de adquirir los conocimientos, de aplicarlos y no digamos de distribuirlos en el conjunto poblacional. Como la práctica nos demuestra, los bienes y los problemas circulan por caminos muy diferenciados, plegados a fuerzas artificiosas de difícil engranaje con las vivencias de personas y agrupaciones.


Cuando experimentamos la vida en sociedad, el hecho cultural introduce valores y tendencia ambivalentes. Son numerosas las aportaciones encaminadas a la mejora de las condiciones vitales; pero, ese mismo progreso provoca ciertas limitaciones a la espontaneidad individual. Es inevitable el requerimiento de una buena adaptación entre ambas tendencias. Las dimensiones del asunto exigen una regulación compleja, con el enorme riesgo de caer en la MEDIOCRIDAD acomodaticia. Los organizadores de la regulación tienden a incomodarse con las iniciativas discrepantes. Los integrantes de la comunidad no siempre estamos dispuestos al esfuerzo para proyectar y desarrollar las actividades superadoras.


En la inercia del funcionamiento social, las conquistas conseguidas le confieren un poder inusitado, cuya fuerza acaba por imponerse a la ciudadanía. Si a esa fuerza se añade el agrupamiento de los reguladores políticos empresariales, las dimensiones de su poderío se tornan insalvables, propenden a relegar al individuo en aras del montaje general y con criterios excluyentes. No puede extrañarnos, se aprecia con estridencia en la época actual, esa distancia elitista de los poderíos con respecto a las bases. Si esto se acentúa, podremos hablar de una sociedad IDIOTIZADA, porque es ella la que se aleja de sus principales elementos constitutivos, las personas. Dichas entidades llamadas comunitarias, se desentienden de su propia esencia.


Sin alardear de saber ni de no saber, cada persona se encuentra sola a la hora de percibir sus sensaciones, en ese espacio donde la demagogia ambiental pierde su potencia. En consecuencia, los juicios de valor, las convicciones y las prácticas coherentes o desesperadas cobran su auténtica presencia autónoma. Es decir, aquel decir helénico, haciendo hincapié en quienes se aíslan, da que pensar en los ambientes modernos, la idiotez puede inclinarse hacia muchos lados. Uno puede pronunciarse como sigue, o de otras muchas maneras:


Porque sé

O porque no sé

Me sugieren

Muchos adjetivos


No quiero fangos,

Ni disfrazados,

Ni prepotentes,

Ni sugerentes.


Aunque mis dudas

Duran e incordian,

Sin buenos datos

Ni ayudas francas.


Porque sé,

O porque no sé,

Me repiten

Tercas inquietudes.


Desde muy dentro,

Decido libre,

Escucho atento

Y estoy dispuesto.


Entre luces y abundantes sombras, predomina una idea sobre las palabrerías tumultuosas tan generalizadas; y no es una idea gratificante, porque apunta hacia una progresiva idiotez tanto colectiva como individual, según las ventoleras del momento. Como contrapunto surge la angustiosa necesidad de recobrar los mejores tonos de la existencia. En oposición al tamaño de las contrariedades, también aparece con nitidez el sendero fascinante de las soluciones, lleva el nombre de una regeneración insoslayable, radica en la PERSONALIDAD, con sus atributos conocidos, dignidad, autonomía, respeto mutuo, ambición equilibrada, inconformismo y participación entusiasta mirando al horizonte limpio, desde una crítica sana.

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