Mi corazón envejece, a la par que mis recuerdos; cuando deje de latir, todo quedará en silencio.
Por eso he de procurar, que sus latidossean eco, de virtuosas acciones y los mejores deseos.
Porque es sabido que Dios, el Creador del Universo, nos ha dejado bien claro que hacer el bien tiene premio.
Y con toda la humildad, que en estos momentos siento, suplico al Dios infinito me ayude en todo momento.
Y cuando mi corazón, vaya acabando el concierto, el Señor, una vez más, me perdone mis entuertos.
Porque no hay en este mundo, más alto y preciado anhelo, que aspirar tras de la muerte a estar con Dios en el Cielo.
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