LA LECTURA DE ALGUNAS OBRAS exige, en mi caso, la dedicación reflexionada que postulo, con la mano armada de lápiz y la compañía del cuaderno donde fijar apreciaciones y notas. En las más de las veces, la continuidad lectora está condicionada por vicisitudes vitales que entorpecen este tránsito. A sabiendas de ello, voy postergando mi aproximación. En caso contrario esta sería –como suelo comprobar en tantos otros- un vano ejercicio de pose y engreimiento, de los que la literatura está colmada. La corresponsabilidad del crítico en ningún caso merece citarse. Mas sí su determinación en considerar a la obra un territorio ignoto que debe cartografiar no solo con precisión. También con la intuición exonerada de corsés y equidistante del amiguismo imperante. No soy singular en este aspecto, pero si debo necesariamente hacer esta observación, en atención a la que en este tiempo atrás ha ocupado y merecido mi tiempo y atención. A modo de adelanto de mi definitivo trabajo, traslado, con este breve esbozo, la significación fecunda y laboriosa del trabajo de investigación y ensamble que ha supuesto para su autora. Pero sobre todo la fundamentación científica, en cuanto al análisis comparativo que plantea con resultados notablemente esclarecedores.
A FINALES DEL AÑO 2023, la profesora Dominique Grard publicó «La obra narrativa de Juan Valera a la luz de su epistolario». Los antecedentes presagiaban la continuidad de su estudio sobre el literato, crítico, diplomático y hombre de Estado. La Tesis Doctoral leída en la Universidad de la Sorbona, París IV, en el año 1991, tuvo su edición española un año después, bajo el título «Imágenes de Andalucía y sus habitantes en la narrativa andaluza de principios del siglo XX (1900-1931)» En el año 2016 fue publicada una selección de los textos analizados en la tesis y no incluidos, «Sevilla y Andalucía en la narrativa de principios del siglo XX». Por cierto, complementada con hermosas fotografías procedentes de la fototeca del Ayuntamiento de Sevilla, al tratarse de una edición encuadrada en la colección Biblioteca de Temas Sevillanos de este consistorio. En esta ocasión realiza un estudio exhaustivo de la correspondencia que mantuvo el autor de «Pepita Jiménez».
Cuatro mil cartas conforman el corpus que se extiende desde 1847 hasta 1905, apenas un mes y seis días antes de su fallecimiento. Este documento excepcional por sí mismo, posee el valor añadido que le confiere su autor por la notabilísima escritura que desarrolla, germen de su proyección literaria futura, que es también crónica biográfica, social, cultural e histórica. La obra, señala su autora en la introducción, posee como rasgo definitorio y objeto de estudio: «(…) la llamativa analogía existente entre lo que siente, vive y expresa el escritor en las cartas a su hermana –a la que escribía casi a diario- y lo que atribuye posteriormente a los personajes de sus mejores novelas. Si los numerosos estudios realizados hasta ahora han señalado la influencia de las vivencias del escritor en determinados aspectos de sus novelas, no se había realizado un cotejo textual y sistemático de los pasajes epistolográficos con los de las obras de ficción». Las cartas son ese diario íntimo que en el caso de las novelas andaluzas «(…) reflejan aspectos de su propia persona en sus protagonistas; reutilizando pasajes de cartas en las novelas o mediante proyecciones de su realidad personal en el desarrollo de sus ficciones: el caciquismo que se manifiesta en la cuestión electoral, los problemas económicos, el conflicto matrimonial…; de manera que queda de manifiesto el aspecto terapéutico que para don Juan tuvieron sus novelas, unas veces como medio de liberación frente a los conflictos de su vida, y otras, como realización virtual de sus deseos». Esta dimensión probatoria, no solo confiere al texto del autor menciano –natural de esta localidad, al menos desde la emotividad de su correspondencia- la trascendencia del ser humano y su experiencia vital en el ser literario. El hecho que sean a través de misivas, contribuye a que el lector de inteligencia sensible, reconozca el «yo» profundo que las encarna y traspase la atmosfera de levedad que las insufló. Al fin y al cabo, estas cartas son extensión de una ofrenda intemporal de la que no somos precisamente destinatarios. Al abrir su arca respiramos el aura de quien las concibió como entrega única.
LA INGENTE DOCUMENTACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA empleadas por la profesora Grard, atendiendo al objetivo que se plantea, hace de esta obra una auténtica revelación. En su labor investigadora resalta la muy valiosa emprendida, en su momento, por Carlos Sáenz de Tejada Benvenuti y Leonardo Romero Tobar. El proceso de verificación de las cartas y las novelas tiene como colofón un capítulo dedicado a determinadas coincidencias entre el autor andaluz y el parisino, Marcel Proust. En suma, toda una celebración y gozo literario cuando el trabajo serio y exigente es complementado por una expresión sencilla, cercana y, fundamentalmente, esclarecedora. El referente narrativo que es Juan Valera, se nutre del mejor activo: la memoria escrita. Y este estudio, de la mejor clarividencia: el sustrato de lo esencial.
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