Las especulaciones del pensamiento, sean de gente común o de egregios pensadores, cotizan a la baja frente a los requerimientos prácticos; generan una serie de abstracciones teóricas, difíciles de amoldar en la encarnadura de lo que son el ser humano concreto, el individuo, y el sujeto colectivo. Los conceptos, las abstracciones, chirrían con estrépito cuando intentan adaptarse a cada personalidad, y no digamos, a cada comportamiento. Apreciamos un evidente DESQUICIAMIENTO entre las personas y sus actuaciones. Las incongruencias ponen de manifiesto la divergencia de sus orientaciones. Su proyección conjunta es un reto mayúsculo. Las cualidades y las bajezas salen a la palestra con notables incertidumbres.
Ante una actuación concreta, un hecho, aparecen un sinfín de descripciones simultáneas, incluso de valoraciones, con la constatación habitual de diferencias con todo género de afirmaciones dispares. ¿Cómo surgen tantas discrepancias? Está clara la dificultad para presentar una única versión como la verdadera. Hasta el mismo protagonista puede apreciar distintas perspectivas, multiplicadas por cada nuevo observador. Y para qué insistir en las impresiones obtenidas tras las emisiones informativas al uso. Las FIGURAS obtenidas de esa asimilación, establecen una neta separación de los individuos y sus agrupaciones, Eso dificulta la percepción de la autenticidad de los eventos, si es que interesa ese acercamiento verosímil.
Hasta los problemas más intrincados planteados en la comunidad, han de relacionarse con los matices dependientes de la condición de los humanos; no pueden valorarse al margen de las personas. Por lo tanto, hemos de asociarlos a un periodo histórico concreto, con las innumerables perspectivas e ignorancias implicadas en cada evento. Cuando hablo en serio, no puedo comportarme SERIAMENTE, puso Graham Green en boca del personaje experimentando el factor humano. Esa pretensión de estar actuando acorde con la plenitud de las condiciones disponibles es una verdadera utopía, que no se vislumbra en los horizontes humanos. Los rumbos accesibles son menos rumbosos y a su vez exigentes, para no desorientarnos en la vorágine.
A medida que uno se va encadenando a ciertos usos y costumbres, pierde su espontaneidad, adquiere matices de lenguaje y comportamientos particulares. Las posibilidades del lenguaje favorecen la ambigüedad, suavizando los problemas de la comunicación. Pero es evidente, la firmeza en la adhesión a determinadas formas de vida, ideas fijas, agrupaciones cerradas; DESACTIVA los criterios propios. Cuanto más férrea es esa unión, menos se puede hablar del carácter individual, se corrompe de esa manera la vitalidad del sujeto en cuestión; su entidad se desfigura con la adhesión. Se configuran compartimentos contrarios a la franqueza de las relaciones comunitarias abiertas; a un paso de los fanatismos e intolerancias xenófobas.
Si observamos los efectos desencadenados por los grandes poderes fácticos, el desdén con el cual abruman a las personas es manifiesto, se sirven de ellas en un doble sentido pernicioso. Al estimular su adhesión ciega, bien sea por coacciones, desinformación tendenciosa o engaños; consiguen ese conglomerado de gente afín a sus tropelías. Sin importarles los desastres originados a sus víctimas, como si no fueran personas. Aunque pudiera parecer absurdo, colaboramos mucho con el bien y el mal DIRECCIONAL; el análisis sólo se centra en quienes se benefician o se perjudican. Caemos en este tipo de complicidades sin la valoración adecuada de quiénes y cómo fraguaron semejantes tramas y desventuras.
En esto de la libertad y la tolerancia quedan muchas páginas por escribir. La gran diversidad de versiones pone a prueba los intentos de perfilar estos asuntos. En el fragor de los encuentros, las concordancias compiten con las discrepancias, sin parar mientes en la consideración de las condiciones constitutivas de los participantes. De tal modo, la confusión nos cayó encima por la condición ILIMITADA de las actuaciones. La tolerancia generalizada permitió el paso a las intemperancias intolerantes con ínfulas agresivas, lanzadas y demoledoras sobre los tolerantes descuidados. Se multiplican las actitudes mediocres exigiendo que se las consienta, para someter a continuación al conjunto. La estupidez de la tolerancia sin límites arrecia.
La experiencia acumulada se convierte en enseñanzas útiles de cara a las vivencias posteriores. De manera individual o colectiva, se asientan determinadas nociones asumidas como válidas. Serán el punto de partida de las futuras evoluciones, se trata de juicios previos para seguir pensando. Cuando se solidifican, al permanecer fijos, se convierten en PREJUICIOS nocivos. En este sentido, destacaré cuatro tendencias muy en boga. Por precipitación, sin razonar más, lanzados por los primeros ímpetus. Por una supuesta autoridad de quien propone, pero sin argumentos. Por el fanatismo cerril de los obcecados en sus propias ideas. Por sabotaje, al promover falsas encomiendas agresivas, con el ánimo destructivo de cualquier rasgo discordante.
La palabrería encubre gran cantidad de supercherías, lo hace favorecida por la amplitud de medios a su disposición. Lo notamos con asombro al referirnos a los de arriba, bien surtidos por sus parafernalias; pero son actitudes muy extendidas en los diferentes sectores comunitarios. La tergiversación de las expresiones, quiere tapar, pero en realidad evidencia la trama de los engaños subyacentes superando todos los umbrales conocidos. Siendo antiquísima esta figura del ESTAFADOR, ahora alcanza dimensiones espectaculares. No nos conviene olvidar esos comportamientos, ni de los pequeños ni de los grandes, representan la falsificación en toda regla, desbarata los cimientos de la convivencia, de recuperación casi imposible.
En el camino seguido hasta el homo sapiens y el homo fatuo actual, abundan las investigaciones e informaciones obtenidas sobre el funcionamiento cerebral. Les añadimos colaboraciones sociales importantes, establecimiento de castas lingüísticas cerradas, marginaciones nutritivas, educacionales y migratorias, sofisticadas estructuras de pensamiento mediatizado, contaminación masiva de la información y múltiples maneras para aplicar la fuerza. Estamos involucrados en una auténtica INMORALIDAD social evolutiva, de alcances complicados. El homo imprevistus se avizora, con unos escasos gigantes y cabezudos vitoreados; sin dejar ningún resquicio a los proyectos alejados de esa algarabía.
Los modos de comportarnos, además de ser efectivos, dejan HUELLAS; no resulta fácil el intento de negar sus responsabilidades. Deseadas o no, esas señales son indicadoras de las actividades previas. Las secuelas relacionadas con ellas, hasta pudieron ser imprevistas. El panorama dejado a su paso, sirve de testimonio sometido a muchos subterfugios, que también exigen una laboriosa tarea esclarecedora.
La pretendida complejidad, siendo verdadera, la percibimos notablemente falseada; entrevemos una cierta sencillez manejable, para no complicarnos la vida innecesariamente. Si eliminamos los engaños, los secretismos impropios, los códigos crípticos de los empoderados y añadimos unas gotas de respeto mutuo, las MANERAS confortables incrementarán su presencia; aunque en esta época suene a mera fantasía.
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