No es bueno emborracharse. Porque después llega la resaca y la vida. Pero aún es peor emborracharse de mentiras electorales. Porque, cuando pasa la resaca, llegan las verdades dolorosas. Se ha centrado toda la campaña en “el combate a la ultraderecha” y en “la corrupción del entorno de Sánchez”, pero lo que se dilucidaba en estas europeas es cómo, quién y con qué plazos y calado va a seguir ejecutándose el atraco contra el 90% de la población.
Lo más importante es lo que no se dice
Por un lado, se anuncia que los beneficios de bancos, monopolios y capital extranjero serán mayores en 2024 y 2025. Es decir, tras haber presentado récords de beneficios, volverán a ganar más. Por otro, hemos sabido que casi la mitad de las familias españolas tiene dificultades para llegar a fin de mes. La sangría de la subida de precios y de hipotecas devora nuestros bolsillos.
Y, aún peor, algunos medios han hecho público que el actual gobierno estaba negociando “en secreto” con la Comisión Europea la ejecución de nuevos recortes para reducir la deuda.
¿Qué nos muestran las elecciones europeas?
Por un lado, la suma de PP y PSOE acumula el 64% de los votos. En 2019 era un 53%. Sin volver a los momentos álgidos del bipartidismo, su dominio se ha fortalecido. Y ambos, a pesar de su virulento enfrentamiento público, coinciden en aplicar los recortes que Washington y Bruselas exigen.
Por otro, a pesar de la elevada abstención, el voto popular se ha movilizado, como sucedió el 23J, para evitar el peor escenario. Por eso la ultraderecha, aunque crece, tiene en España un peso menor que la media europea. Y por ello el PP, que debería gobernar con los ultras, no ha obtenido la victoria arrolladora que pretendía.
A esto se suma otra cuestión crucial. Sufrimos una guerra en el corazón de Europa, en Ucrania. Y se perpetra un genocidio a las puertas de nuestro continente, en Palestina. En estas europeas también se ha demostrado que en España existe una amplia mayoría que defiende la paz. Más de un 70% de la población se pronuncia contra el genocidio en Palestina, denunciando al mismo tiempo el terrorismo de Hamás, y apoya a Ucrania frente a la criminal invasión del imperialismo ruso.
Hay que mirar a Estados Unidos
Sólo podemos entender el cada vez más crispado y polarizado ambiente político y social europeo como expresión de la aguda lucha de fracciones que enfrenta y divide a la clase dominante estadounidense. Y la bicefalia ya no sólo se manifiesta en la aguda pugna entre republicanos contra demócratas, sino que recorre todos los aparatos de poder estadounidenses: la judicatura, los medios de comunicación, el FBI y otros los servicios secretos. Y por supuesto, se expresa en Europa.
La honda división enfrenta a las dos fracciones de la clase dominante estadounidense -que se agrava según avanza el ocaso imperial en el que se halla la superpotencia- representadas por dos líneas cada vez más antagónicamente opuestas, ahora Biden contra Trump. Pero coinciden en salvaguardar la hegemonía, aunque difieran en la estrategia y la táctica para conseguirlo.
Trump vota política y económicamente a las fuerzas de ultraderecha, y a la derecha partidaria de formar gobiernos con la ultraderecha. Biden vota por la izquierda sumisa en lo fundamental y por la derecha partidaria de acuerdos con la izquierda sumisa, que impide el crecimiento y la influencia del viento popular que lucha por la redistribución de la riqueza y la autonomía europea frente al dominio de la superpotencia estadounidense.
El PP y sus límites
El PP se ha beneficiado de la desmovilización de una parte de la izquierda. Por eso las fuerzas de la derecha y la ultraderecha han pasado de suponer el 45,9% de los votos en 2019 al 52,5% en 2024. Pero el avance del PP ha sido menor que el esperado. Estas europeas se han celebrado mientras una mayoría nos estamos empobreciendo, y con un PP que ha aprovechado al máximo el desgaste de la aprobación de la amnistía y ha sacudido las falsas acusaciones de corrupción contra el entorno de Sánchez.
Pues bien, en estas condiciones óptimas, el PP solo ha aventajado en 4 puntos al PSOE. El PP sigue sin poder gobernar sin el apoyo de la ultraderecha. Junto a Vox y el nuevo partido ultra, el PP de Feijóo solo representa al 22% del censo. Una vez más el PP no ha “barrido”, como se esperaba, por la resistencia de la sociedad española a aceptar las alternativas más reaccionarias y agresivas contra los intereses populares.
El PSOE y sus límites
¿Por qué ha “resistido” el PSOE? Porque se ha beneficiado de un voto útil que ha tenido fuerza. Una parte de la izquierda ha decidido votar a los socialistas -aunque no comparta su política- para evitar lo peor, una mayoría aplastante de la derecha unida a la ultraderecha.
¿Por qué a pesar de haber resistido los socialistas han retrocedido? Solo se habla del desgaste fruto de la aprobación de la amnistía, y del efecto de la “máquina del fango” que esparce sin pruebas acusaciones de corrupción. Pero el factor principal que ha perjudicado al PSOE es otro. Sánchez ha difundido en campaña que “la economía española va como un cohete”. Cuando muchos sectores populares vemos como -con un “gobierno de izquierdas”- los bancos, monopolios y capital extranjero se forran mientras nosotros nos empobrecemos.
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