El 18 junio de 1933, el enviado especial del diario La Prensa de Buenos Aires en Asunción, subraya que los diarios de esa capital apenas comentaban la última nota de Bolivia a la Sociedad de las Naciones, mientras se desarrollaba la cruel guerra del Chaco.
En Paraguay se consideraba que se trataba de una nueva dilación boliviana para apartarse de la vía jurídica, confiando en el resultado de las operaciones bélicas.
La Sociedad de las Naciones, predecesora de los clubes donde hoy la gente se reúne para pasarla bien, se divertía jugando a pacificar Manchuria, Abisinia y el Gran Chaco, pero no avanza en sus negociaciones para lograr la paz.
Las crecientes complicaciones que paralizaban el accionar de la institución eran notorias y se le atribuía al presidente del comité del Chaco, el irlandés Sean Lester, el propósito de renunciar a su cargo.
Lester ocupaba era delegado permanente del gobierno irlandés desde 1929, y en 1930 había logrado que Irlanda integrase el comité ejecutivo de la Sociedad de las Naciones.
Desde su posición en el organismo, Lester buscó una solución pacífica al problema del Chaco, pero debió abandonar estas funciones en 1933, para trasladarse como Alto Comisionado de la Sociedad a la conflictiva ciudad de Danzig.
Para empeorar la cuestión, días después, el 27 de junio de 1933 la Comisión de Neutrales de Washington anunció su autodisolución. De esta manera, la guerra en el Chaco iniciaba su fase más sangrienta en piloto automático.
En forma inoportuna, después de la declaración formal de la guerra, cuando las hostilidades llegaban a su punto crítico, los Estados Unidos dejaron la solución a otros, en particular a la Liga de las Naciones, cuya intromisión en los asuntos del Hemisferio Occidental siempre habían rechazado.
La nueva línea en la política norteamericana hacia la cuestión del Chaco había sido esbozada a principios de junio por el Departamento de Estado, que no podía ignorar los compromisos de Bolivia con empresarios y banqueros de Wall Street.
El 9 de junio de 1933 el asistente del Secretario de Estado W. Phillips envió al presidente Roosevelt un memorando, expresando la opinión de que se debía disolver la Comisión de los Neutrales y dejar de mediar en el conflicto boliviano-paraguayo, entregando este asunto a la Liga de las Naciones y a los países latinoamericanos.
También Phillips sostenía que los Estados Unidos no tenían que participar en la Comisión ideada por la Sociedad de las Naciones en Ginebra, cuyo éxito consideraba imposible. Evidentemente, este funcionario del departamento de estado estaba muy bien informado o era un adivino.
No pasaría un año para que las denuncias de la participación de su majestad el dólar en el conflicto del Chaco llegaran al Senado norteamericano.
En mayo de 1934, Roosevelt aprobará una ley prohibiendo enviar armas a los beligerantes, y el senador Huey Long iniciará denuncias contra Banqueros, fabricantes de armas y la Standard Oil.
Era el momento de retomar el control manual de la guerra, para que las armas no sigan disparando solas. LAW
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