Resulta contraintuitivo condicionar el bienestar de una persona a la probabilidad azarosa de un desplegable de excepciones clínicas. Tal cual ocurre con el catálogo de prestaciones de la sanidad pública y su malograda "medicina de la mujer", de afanada vocación reduccionista y tardía. En el cáncer de mama y cuando la relación médico - paciente conviene como técnica preferente la reconstrucción mamaria con implantes, en la mayoría de casos y considerando que para la afectada representa un apoyo en el sentimiento de pérdida y su autoimagen, no se realizan en el instante de la cirugía (reconstrucción inmediata). Aún cuando gran parte de los supuestos presentan una clínica favorable para ella, se acaban aplazando por falta de recursos asistenciales a una segunda intervención quirúrgica.
Cabe destacar que las prótesis de mama externas de silicona, así como otros elementos ortoprotésicos están sujetos a una ayuda económica. Aunque para ello la persona tratada deberá sufragar previamente el coste íntegro de los mismos y esperar del sistema sanitario su validación y reembolso. De no ser así, se prolonga en el tiempo una situación donde acompañarse de sí misma se convierte en un vuelco emocional de gran trascendencia. El empobrecimiento ético de las instituciones de nuevo se muestra displicente con la identidad de la mujer.
Al examinar la redacción del epígrafe descubres que el citado tramo de la rehabilitación está unido, en parte, a la estética. Algo lógico, si tenemos en cuenta la atribución necesaria de una especialidad concreta como es la cirugía plástica. Pero, en este contexto: ¿qué valor estamos refiriendo de ella? Este aviso en la diferencia no es nimio cuando se trata de un término, en ocasiones, descuidado en su uso matizado y en otras, ambiguo con la representación ontológica de la medicina actual.
“Es inaceptable el concepto de que tratamos tumores: tratamos a personas”, Dr. Jaume Masià - Cirujano reconstructivo del Hospital de Sant Pau - Barcelona.
No son pocas las ocasiones donde se produce una aproximación incompleta del asunto que nos ocupa al constructo subjetivo / longitudinal de ‘calidad de vida’ y,que a pesar de ser la salud una de las dimensiones que la configura, no mostraría la razón de fondo: la obligación de la medicina moderna de restituir a la paciente su derecho a vivir durante todo el tratamiento una ‘cognición social’ sana.
En mi opinión este principio no se da en la extensión necesaria en especial, y más allá de lo citado, por el escaso valor humanístico de la praxis médica y el sesgo normativo de género que invisibiliza la idiosincrasia de la enfermedad en la mujer. Por lo que probablemente no encontraríamos oposición entre la noción de pensamiento respecto de una prótesis de rodilla a otra de mama.
Proyectarnos como sociedad en un futuro de incuestionables avances tecnológicos y científicos de la medicina sin remediar el paradigma androcentrista que lo modela, es imaginar a la mujer y su individuación en una suerte de cuidado que el sistema, siempre le negó.
Una vez más la capacidad del tercer sector de acción social actúa como caja de resonancia y en particular apoyando a aquellas historias de vida instaladas en la sombra, y que parecieran no interesar a nadie. Aún menos en lo errático de la enfermedad. Si bien son muchas las piezas por encajar, y el celo con las que se tratan, sobran motivos para mostrarnos cada vez más esperanzados gracias al compromiso de grandes profesionales que a través de la investigación nos ayudan a vencer la adversidad.
|