Para llegar a valorar a una persona, o en este caso pareja, previamente hemos tenido que haber pasado por experiencias anteriores que nos han dejado una huella en nuestro corazón. Es decir, hemos vivido situaciones que no han salido como nosotros esperábamos y nos hemos decepcionado porque dichas personas no cumplían con nuestras expectativas. Y es ahí donde comienza el aprendizaje, es ahí donde somos conocedores de que las parejas no siempre van a ser eternas y que la gran mayoría de ellas, sólo se mantendrán durante un periodo determinado. Después vendrán más, aunque juremos y perjuremos que jamás volveremos a estar con otros, porque nuestra cabeza nos hace olvidar lo malo e ilusionarnos enseguida ante pequeños detalles que, otros, no tenían.
Si nos ponemos a pensar en el pasado es posible que por nuestro corazón y, obviamente, por nuestro cuerpo hayan pasado algunos personajes por llamarlos de forma educada, que no tenían que haber parado en la estación de nuestra vida, sencillamente, porque no nos aportaron nada bueno pero cuando comenzábamos esto no lo sabíamos. Pudiera ser que apuntaran maneras si preguntáramos a nuestro entorno, pero cuando uno mismo está embobado con alguien da igual lo que le digan que seguirá con esa persona.
Lo que ocurre es que el tiempo siempre suele dar la razón y cuando algo no funciona o no es la persona adecuada, eso se romperá. Y no es porque no haya conexión porque la puede haber y mucha, en los diversos planos de los que se alimenta una relación, pero la parte más importante que es la emocional, puede carecer de su existencia y sin esa, no perdura nada.
A medida que vamos sumando años, iremos aumentando el número de equivocaciones que han pasado por nuestra vida, que han formado parte de nosotros y que de haber tenido la cabeza y la experiencia de hoy en día, es muy probable que no lo hubieran hecho. Se trata de personas que nos han dejado algo malo, algo que no nos aportaba nada y que quizá, por soledad, por malestar, por esa necesidad de tener a alguien, por entretenimiento o por sustitución de otro, les dimos una oportunidad.
Así, de una forma un poco despectiva, iremos conociendo la situación del mercado con respecto al tema de relaciones. Nos daremos cuenta que hemos caído y compartido tiempo, ya sea mucho o poco, con chicos o chicas que no se lo merecían y que nos han mareado y hecho daño. Y resulta curioso, cómo a veces existe un patrón que se repite en el tiempo si nos paramos detenidamente a hacer un análisis de la situación.
Esto no es algo que sólo suceda a uno mismo, sino también a la otra persona, ya que a veces, cambiamos tanto en materia de amor o en su defecto, de dejarnos enredar, a causa de experiencias previas y para no sufrir, algunos prefieren no dar tanto de sí mismos y mostrarse superficiales a pesar de tener un corazón, el cual prefieren utilizar lo mínimo posible.
Está claro que cuando uno comienza en la carrera del amor, lo hace con poca experiencia porque no tiene con que comparar, pero a medida que van apareciendo otras personas, se irá sumando conocimiento que hará que ya entonces, podamos saber si ese otro que está a nuestro lado, es bueno o malo. Sabremos por sus actitudes la forma en la que entrará a nuestra vida, en el caso de hacerlo o por el contrario, si sólo se mantendrá de forma aleatoria o alternativa. Guardaremos mejor o peor recuerdo, pero lo que es más importante, sabremos si su aparición en nuestra vida ha hecho más mal que bien o viceversa.
Y es que de todo se nutre nuestro mundo, y será cuando miremos para atrás cuando recordemos si ese chico o chica que conocimos, supuso un acierto o una equivocación. Pero de la misma manera que a uno mismo le pueden catalogar de tal forma, sin darnos cuenta podemos convertirnos en aquello que tanto odiamos por el simple hecho, de haber conocido y habernos relacionado con ese tipo de personas. Lo cierto, es que no se sabe que otros fueron equivocaciones hasta que no encontramos a alguien que de verdad merece la pena y esto a día de hoy, es algo muy difícil, porque todo pesa en la mochila emocional y tenemos esa mala tendencia a etiquetar a los otros tan alegremente, pero hay que pensar también si nosotros en algún momento para alguien hemos sido su mayor equivocación y es que muchas veces, no se trata tanto de la persona sino del momento vital en el que uno se encuentre.
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