En 1910, el empresario italiano Ugo Stella decidió crear su propia marca de automóviles, a la que denominó ALFA, contando en su equipo con ingenieros como Giuseppe Merosi, técnicos como Antonio Santoni y pilotos de prueba y competición, como Nino Franchini. Por aquellos días, Santoni y Franchini tenían un ambicioso proyecto entre manos: desarrollar un aeroplano capaz de atravesar los Alpes. Stella no dudó en cederle una parte de sus instalaciones para conseguir su objetivo, incluso Giuseppe Merosi puso a su disposición sus conocimientos técnicos y el motor en el que estaba trabajando para el primer coche de la marca.
Los trabajos aeronáuticos se realizaron con gran rapidez y, en pocos meses, el prometedor biplano de metal y madera Alfa 24 HP Santoni-Franchini pudo cruzar el umbral de la fábrica de Portello para su bautismo del aire, meses antes que el Alfa 24 HP de cuatro ruedas hiciera lo mismo. El ensayo fue todo un éxito: se convirtió en el primer avión en sobrevolar Milán y las principales autoridades estaban presentes para aplaudir a sus creadores en el aterrizaje. Ugo Stella aprovechó este acontecimiento, y el hecho de que el motor del avión estaba basado en el que iba a equipar su primer automóvil, para convertir este vuelo en toda una baza publicitaria para destacar la calidad, las prestaciones y la fiabilidad de Alfa en todos los terrenos. Se iniciaba un historia que uniría al “Biscione” con la aviación durante más de ocho décadas.
Alfa, que se convertiría en 1919 en Alfa Romeo, prosiguió, en paralelo, sus actividades automovilísticas y aeronáuticas. Además de Merosi y Santoni, muchos de sus ingenieros míticos como Jano, Trevison, Colombo, Busso o el español Wilfredo Ricart también dedicaron su talento a llevar el nombre de la marca a lo más alto, trabajando en motores para aviones cada vez más sofisticados. Durante la Primera Guerra Mundial, Alfa fabricó motores para los aviones de la Regia Aeronáutica italiana bajo licencia de productores británicos y, en 1926, dio un paso adelante logrando la licencia de Bristol para su motor de estrella de 9 cilindros Jupiter, que sería la base de futuros desarrollos por parte de Alfa Romeo.
En 1932, Alfa Romeo se integró en el IRI (Istituto per la Ricostruzione Industriali), un holding empresarial público. Los nuevos gestores decidieron dar la máxima prioridad a la división aeronáutica, para lograr que Italia fuese tecnológicamente autónoma. El resultado fue el desarrollo de motores potentes y fiables que tuvieron un gran éxito internacional. Se trabajó en avances técnicos, como las aleaciones Duralfa, basadas en el aluminio, que se utilizaron en hélices, pistones, culatas y otros componentes. Al mismo tiempo que los automóviles Alfa Romeo ampliaban su palmarés deportivo, los aviones equipados con sus propulsores cosechaban 13 récords mundiales de velocidad, altura y distancia, y se imponían en raids como el Istres-Damasco-París en 1937, en el que los Savoia-Marchetti 70 conquistaron los tres cajones del podio. A finales de la década de los 30, cuando los automóviles Alfa Romeo eran carrozados por los especialistas más prestigiosos y codiciados por las clases más pudientes de Europa, su actividad aeronáutica representaba ya el 80% de su cifra de negocio. Para adecuarse a esta nueva realidad, se decide la construcción de una planta dedicada exclusivamente a esta actividad y un pequeño aeropuerto para realizar las pruebas necesarias muy cerca de Nápoles, en Pomigliano d’Arco, que abriría las puertas en 1939 y que sería el germen de la actual planta de Stellantis, donde se fabrica el Alfa Romeo Tonale.
Estrenando las nuevas instalaciones, se lanza el motor Alfa Romeo 135, de 18 cilindros en doble estrella que, con 2000 CV, logró ser el más potente de su época. Muy poco después estallaría la Segunda Guerra Mundial y la producción y mantenimiento de mecánicas para aviones se convierte en la gran protagonista, sin descuidar las evoluciones técnicas como el propulsor Alfa Romeo 128, que marcó todo un hito al permitir que el trimotor Savoia Marchetti 75 fuese capaz de volar de Milán a Tokio sin escalas y regresar, cubriendo un trayecto de 20.000 Km.
Durante la Postguerra, la automoción volvió a ser el centro para Alfa Romeo, pero en ningún momento se descuidó la aeronáutica. Alfa Romeo colaboró técnicamente, diseñó y fabricó componentes, motores y reactores para los nombres más prestigiosos del sector, como General Electric, Rolls Royce o Pratt & Whitney hasta que, en los años 80, se produjo la venta de Alfa Romeo Avio S.p.A a Aeritalia, poniendo fin a más de siete décadas de presencia del “Biscione” en los cielos de todo el mundo.
La frase de Il Commendatore “La aerodinámica es para aquellos que no saben fabricar motores”.- Enzo Ferrari
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