El 16 de julio de 1934, a la hora 16, el embajador de Estados Unidos en Brasil, Hugh Gibson, escribe al Secretario de Estado desde Río de Janeiro, informando que el plan para poner fin a la Guerra del Chaco está en marcha. Le informa que el Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil envía instrucciones a su Ministro en La Paz para instar al Gobierno boliviano a aceptar la fórmula argentina. Informa que no hay objeción posible por parte de Brasil a que la conferencia se reúna en Buenos Aires, y que incluso tengo entendido que se prefiere que la reunión no sea en Río.
Brasil está totalmente de acuerdo en invitar a las demás repúblicas americanas después de la aceptación definitiva de ambas partes, informa Gibson.
Se considera que las posibilidades de aceptación por parte de Bolivia no han mejorado al permitir que se dé publicidad en los periódicos al hecho de que Paraguay ya ha sido consultado y aceptado, ya que es probable que la reacción boliviana sea que esto implica que la fórmula es desventajosa desde el punto de vista boliviano.
Sin embargo, sigue diciendo Gibson, dado que las cosas han llegado tan lejos, el Gobierno brasileño está dispuesto a cooperar al máximo.
El Departamento puede estar seguro de que la actitud brasileña no se verá afectada por ninguna preocupación con respecto a la obtención del crédito por Argentina, concluye su comunicación Gibson.
Tres días antes, el 14 de julio de 1934, el embajador argentino en Washington Felipe Aja Espil había entregado al Departamento de Estado una copia de la fórmula de conciliación preparada por el Dr. Saavedra Lamas, y puesta a consideración del Presidente paraguayo y el Gobierno boliviano.
El Secretario de Estado Cordell Hull informó al respecto a Gibson, su representante en Brasil. El Departamento informaba también de que el Ministro de Relaciones Exteriores argentino, el futuro Premio Nobel Saavedra Lamas, estaba “seguro de la aceptación paraguaya”, afirmaba la comunicación.
El Ministro de Relaciones Exteriores argentino, escribe Hull, declara que el éxito de este intento de mediación depende ahora de la actitud del Presidente boliviano y considera que debe ejercerse toda la influencia posible para lograr su aceptación del proyecto. Ha solicitado el apoyo incondicional de Washington y ha instado a que se ejerza la influencia de los Estados Unidos sobre Bolivia a fin de lograr la aceptación de ese Gobierno.
La guerra del Chaco había vuelto a interesar en Washington luego de que el tres veces primer ministro inglés Stanley Baldwin responsabilizara a Estados Unidos de dificultar el embargo de armas, y el Senador Huey Long acusara de promover la guerra a un contubernio entre fabricantes de armas, empresarios petroleros y banqueros.
Pero aunque a fines de mayo el presidente Franklin Delano Roosevelt había promulgado una ley que prohibía el envío de armas y municiones a Bolivia, el departamento de estado concedería una excepción que autorizaría envío de municiones a Bolivia el 27 de julio.
A pesar de estos privilegios obtenidos, la situación militar boliviana seguiría empeorando en la guerra, hasta que a principios de septiembre, por imperio de las circunstancias, La Paz aceptó estudiar la fórmula de conciliación argentina.
El final de la guerra, como en toda buena escenificación, se parecía al principio.
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