Han pasado dos años y medio desde que Jorge Larserna Vargas, nacido en 1948 en Oruro (Bolivia), dejó este mundo; pero su voz sigue viva en cada uno de sus versos. Laserna Vargas ha publicado tres poemarios a lo largo de su vida. Y me obsequió los tres libros con dedicatorias. Su poemario inicial se titula «Siguiendo huellas». La primera parte de este libro contiene poemas de Jorge Laserna Trullenque, su abuelo paterno. Y la segunda parte abarca poemas de Jorge Laserna Vargas.
Analizando un poema de su primer libro encontramos la siguiente estrofa:
[...] mis sueños son realidades inalcanzables/ portones sellados con cerraduras inimaginables/ oscuros callejones que terminan en amplias avenidas/ son ilusiones de ávida vida, son pesadillas de muerte placentera.
Estas palabras nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza paradójica de la existencia humana. Nos recuerda que nuestros sueños, aunque a menudo parecen inalcanzables, son vitales para nuestra aspiración y crecimiento. Es decir, los sueños son una expresión de la lucha constante del ser humano para alcanzar aquello que está en el pedestal más alto de nuestros deseos. Y, una vez logrado, nos hace sentir felices. Las barreras, los portones cerrados o los oscuros callejones que tenemos que pasar durante nuestra vida, simbolizan los desafíos que enfrentamos en nuestro camino. Mientras que la eventual apertura hacia amplias avenidas propone un mensaje de esperanza y redención.
En su segundo poemario «Nostalgias», editado en Bolivia en 2014, hace un repaso de su juventud y de los amores idos por las circunstancias de la vida. Y toda esa nostalgia es canalizada en un bautismo poético. Sin embargo, es bueno recalcar, este libro se abre a la luz con un poema dedicado a su mujer, Anna Hasekiduu, oriunda de Tesalónica (Grecia). En el poema «Compañera mía» declara: [...] en tus ojos calmos/ duermen mis inviernos/ juegan mis veranos/ siento que me cautivas/ porque somos uno, tú y yo.
Los ojos, que son las ventanas del alma, guardaron con ternura los inviernos de Jorge, y el frío fue suavizado por el calor de la mirada de su amada. El último verso hace alusión a una unión eterna. Es precisamente esta unicidad que encierra a dos almas juntas navegando por los océanos de la vida. Así demuestra su amor infinito por su compañera con la que tuvo dos hijos.
El tercer poemario «Lágrimas de sangre», también editado en Bolivia en 2014, está bañado de angustia. Las palabras se deslizan por las páginas como lágrimas de sangre que brotan desde su universo interior. La tinta se convierte en un río rojo de emociones donde cada estrofa está marcada por un corazón roto. La palabra «muerte», en este libro, se repite más de cien veces como un mantra que susurra al viento. La muerte es el final ineludible de la existencia, y representa el mayor enigma de la vida. Es un misterio que todos, tarde o temprano, enfrentamos; pero nadie puede desentrañar completamente. No obstante, la muerte trasciende lo meramente físico e implica profunda meditación. En el caso de Laserna Vargas, los poemas de su libro «Lágrimas de sangre», son como una gasa protectora sobre las heridas abiertas que dejó la muerte de su hijo. En una estrofa del poema «Lamento final» manifiesta: [...] ¿qué quedará de mí, después de muerto?/ ¿quién será aquel que vista de negro?/ ¿será que viva en alguna memoria?/ o sólo en ese vetusto libro que dejé escrito.
El poeta plantea preguntas acerca del legado personal, y sobre la memoria «post mortem». Cuestiona quién realmente lamentará su muerte, y deja ver la duda de «quién será esa persona» que llevará la vestimenta negra como símbolo de duelo. Simultáneamente, indaga en lo que respecta a la posibilidad de ser recordado. Dicho de otra manera, pone en tela de juicio el anhelo de perdurar en la memoria de los demás. Finalmente, plantea la idea de que la única manera de ser recordado, quizá, podría ser a través de las obras que deja un escritor, un poeta o el artista en general.
Recordando las palabras del gran poeta cubano José Martí (1853-1895), quien dijo: «La poesía es un dolor. Y lo que escribe el dolor, es lo único que queda grabado en la memoria de los hombres». Jorge Laserna, al igual que un alquimista, supo transformar el dolor en poesía. Y nos ha llevado, con valentía, a transitar por los caminos que han pisado sus pies. De esta manera, nos regaló la esencia de su alma sensible.
Hoy, ya no está entre nosotros y, sin duda alguna, es recordado por sus seres queridos, pero también por sus verdaderos amigos que compartieron momentos agradables durante su vida. Por lo tanto, perdurará en la memoria de un círculo de personas. Seguro que, Jorge Laserna, encontró paz en la certeza de que su hijo, le aguardó un lugar en el más allá de este mundo. Nos deja, entonces, una imagen de un reencuentro celestial, donde padre e hijo se abrazan de nuevo, liberados de toda tristeza.
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