Hace décadas surgió un entramado colectivo en Euskadi que se dedicaba a la violencia callejera por los pueblos y ciudades. A estos grupos se les denominó “kale borroka”, ya que sembraban el pánico por allá donde ejecutaban sus horrendas acciones.
Es inevitable, desde 2017, comparar a la “kale borroka” vasca con los CDR (Comités de Defensa de la República) que camparon a sus anchas por territorio catalán cuando el golpista y fugado Puigdemont huyó como un cobarde.
Entre los CDR y la “kale borroka” existen varias similitudes: amedrentan con pintadas e insultos a los que no piensan como ellos, incendian mobiliario urbano, cortan carreteras con barricadas incendiarias, apedrean los cristales de entidades bancarias y negocios públicos y privados...
Y ahora, esta justicia politizada y “progre” está amnistiando a protagonistas directos de los CDR, que cometieron graves hechos delictivos: hubo actos de desobediencia civil, pero también actos criminales que pusieron en peligro el ordenamiento democrático y la buena convivencia entre conciudadanos catalanes. Lo más grave de amnistiar a estos personajes es que ya han avisado que lo volverán a hacer.
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