Vivimos en la era líquida o en la sociedad superficial. Esto significa, entre otras muchas cosas que, una considerable parte de la gente no profundiza y razona sobre la realidad de las cosas y vive de apariencias que son falsas. Está bien vivir en el presente, pero la existencia no es únicamente eso. La multitud de cuestiones y aspectos que conforman la realidad humana no son algo a despachar en cuestión de segundos sin el conocimiento e información verificada.
El pensamiento crítico es absolutamente indispensable para cada individuo y también para las interacciones sociales. Bondad, sinceridad, libertad, justicia, honestidad, integridad y solidaridad son valores de primer nivel, que son los que hacen posible el progreso social y en pleno siglo XXI, parece que están quedando en un segundo o tercer plano. No es cierto que la brevedad de la vida invite a saltarse los valores humanos, como si fueran innecesarios. Al contrario, cada vez son más valiosos y útiles. Al analizar lo real se debe ser objetivo y esto supone la aplicación de una capacidad reflexiva, analítica y argumentativa potente, que se basa en datos y no en rumores y opiniones falsas sin ninguna base. En este sentido, lo adecuado es fijarse en los procedimientos científicos que son objetivos y rigurosos, lo que no supone que no se pueda opinar o elaborar hipótesis, pero sin faltar a la verdad y a los datos contrastados. Se perciben diversos temas en los que predomina una interpretación superficial: gerontofobia, aporofobia o desprecio a los pobres, negación del valor de la cultura, falta de respeto a los demás, insolidaridad, violencia, agresividad, odio, racismo, etcétera.
En relación con el desprecio a los mayores está muy extendido en la sociedad occidental, por desgracia, y se debe a actitudes mentales completamente irracionales, ya que todos llegaremos a ser viejos, antes de lo que creemos. Ante esta realidad inevitable, si no se muere joven, mucha gente prefiere no pensar en ello y mirar para otro lado. De hecho, se está observando que, en muchos casos, a la gente mayor se la margina o no se cuenta con ella. La vida incluye también a su última parte y no solo el periodo anterior. Mientras respiramos todos somos igualmente valiosos, tenemos igual dignidad con el mismo derecho a seguir viviendo, hasta el último segundo que biológicamente sea posible. El desprecio a los pobres es algo que se nota también en una parte de la sociedad. La compasión y la empatía son valores éticos esenciales que sirven para ayudar a los demás, en todos los sentidos. La cultura y la creatividad son muy valiosas, pero el 97% de la población o más no es creativa y está en su derecho en no serlo, pero no se debe despreciar a los que son creativos.
La cultura, de forma mayoritaria, en la sociedad extremadamente superficial en la que vivimos es infravalorada, como una actividad lúdica intrascendente y nada importante, frente a las diversiones materiales que están al alcance de cualquiera. La sociedad tiene que reconocer a todos los creadores de contenido. Es cierto que los hechos dicen más que las palabras y la realidad es que lo realizado habla por sí mismo y esto es absolutamente innegable.
El egoísmo existente es tan intenso que parece ahogar formas de vida profundas, ricas y extensas. Parece que lo único interesante es vivir en la sociedad de la aceleración y de la rapidez, algo que produce unos modos de vida que perjudican a las personas, en múltiples sentidos.
Todo esto es causado por un materialismo atroz que considera que en la existencia solo se trata de tener experiencias muy felices y nada más. Pero resulta, que no es así, porque el sufrimiento y el dolor forman parte insoslayable de la realidad, ya que la vida es insegura por sí misma o constitutivamente, de forma inevitable, como escribió el filósofo Julián Marías.
Además, en la sociedad actual, la falta de educación y respeto se notan cada vez con mayor intensidad, aunque también es cierto que una parte considerable de la población es respetuosa. La violencia y la agresividad aparecen constantemente en los medios de comunicación de masas en nuestro país y en el resto del mundo. El racismo y las conductas de odio son frecuentes y se producen por la falta de principios y de bondad, ya que la formación es básica para saber comportarse con respeto.
La naturaleza humana es malvada, pero puede educarse a través de la formación, de tal forma que se cultiven los valores humanísticos y el aprecio por la belleza, la libertad, el arte y la cultura. La sensibilidad ante la pobreza, las enfermedades y las crisis económicas causa actitudes positivas, que ya existen en la sociedad del siglo XXI, pero que deben ser reforzadas y ampliadas. Las organizaciones no gubernamentales no son las únicas que deben luchar contra las injusticias, también lo deben hacer los gobiernos y los ciudadanos en la medida de sus posibilidades.
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