El sacrificio está presente en la cultura griega aunque no en su mayoría, tanto en los mitos de dioses como en las personas que tienen conciencia como fueron Antígona o Sócrates. La Cruz no era necesaria, pero sin duda es la máxima expresión del amor de Jesús, de solidaridad con el dolor humano. Con ese acto compartió nuestro dolor y lo hizo redentor. ¿Por qué no suprimió el dolor, y sigue presente entre nosotros? No lo sabemos, pues tampoco nos explicó su sentido. Pero al acogerlo el Cordero de Dios vino a hacernos ver ese sentido escondido y misterioso. "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes). La vida de Jesús fue un descendimiento: en la Encarnación, en Belén, en el destierro, de la Cruz. Y como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente. La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz es una celebración que recuerda y exalta el hallazgo y el significado de la cruz en la tradición cristiana. Esta fiesta, celebrada el 14 de septiembre, nos invita a reflexionar sobre el amor, el sacrificio y la humildad de Cristo, y a encontrar en la cruz una fuente de esperanza y redención.
Contexto histórico Según la tradición, el hallazgo de la Santa Cruz se produjo en el año 320 por parte de Santa Elena, madre del emperador Constantino. Este descubrimiento tuvo un gran impacto en la cristiandad, ya que la cruz se convirtió en un símbolo central de la fe. Más tarde, Cosroas, rey de Persia, se llevó la cruz a su país. Sin embargo, en el año 630, el emperador bizantino Heraclio derrotó al rey persa y recuperó la preciada reliquia. La leyenda narra que cuando Heraclio quiso colocar de nuevo la cruz en la basílica que Constantino había erigido en el Calvario, ocurrió un hecho extraordinario. Heraclio, vestido con ornamentos de oro y piedras preciosas, intentó cruzar la puerta hacia el Calvario, pero se encontró con que no podía avanzar. El obispo Zacarías le sugirió que quizás sus vestiduras no se adecuaban a la humildad con la que Jesús había llevado la cruz. Despojado de sus lujosas vestiduras y vestido como un hombre común, Heraclio pudo completar el camino sin dificultad y colocar la cruz en su lugar. Este episodio es el origen del rito que se sigue hoy en ese día: el Papa, sin ornamentos y con los pies descalzos, besa la cruz en señal de humildad. Nos enseña que no podemos acercarnos al Crucificado si no nos despojamos primero de nuestras pretensiones de grandeza y orgullo.
Significado espiritual No entendemos quizá por qué hay que hacer ese camino de la cruz, pero no es algo negativo, es como el signo más formado por los dos palos de la cruz, y después del sufrir -que es pasajero-, queda la madurez adquirida en el dolor, que no pasa jamás. Es una fuerza misteriosa, pues "tanto amó Dios al mundo -dice Jesucristo a Nicodemo- que entregó a su hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna". Sin duda, el dolor cuesta, pero "cuando más negra es la noche, amanece Dios", pues "no hay pena que cien años dure" y viene esa sabiduría a través de ese camino que es un símbolo que nos llama a la humildad. Recordando el acto de Heraclio, entendemos que la verdadera grandeza está en la humildad y el despojo de uno mismo. El Papa besa la cruz descalzo para expresar que no podemos acercarnos al Crucificado con orgullo y vanidad. Como dice el profeta Isaías: "Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del hombre; sólo el Señor será ensalzado aquel día" (Is 2,17). La humillación y el sacrificio de Jesús en la cruz son el ejemplo supremo de amor. En la carta a los Filipenses, San Pablo nos recuerda que Cristo, "a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo" (Flp 2,6-8). La cruz nos enseña que la verdadera grandeza se encuentra en la entrega y el sacrificio por amor.
Reflexiones teológicas
La cruz puede parecer un símbolo de sufrimiento, pero en el cristianismo se transforma en un mensaje de amor y esperanza. En los primeros años del cristianismo, la imagen del Buen Pastor y la Resurrección eran predominantes. Sin embargo, con el tiempo, la cruz se convirtió en un símbolo central de la fe, representando la pasión y el amor de Cristo por la humanidad. Jesús no nos salvó desde fuera, sino compartiendo nuestro dolor y sufrimiento. En su sacrificio en la cruz, Él nos muestra que el amor verdadero implica sacrificio y entrega. Este sacrificio es una ofrenda de amor, que da sentido a nuestro propio sufrimiento. La cruz no es simplemente un signo de muerte, sino un símbolo de vida y redención. La Cruz en la vida cristiana Solo una persona en el mundo, aparte de Jesús, comprendió plenamente el significado de la cruz: María, su madre. Ella no solo conoció "la fuerza de la cruz" (cf. 1 Co 1,18), sino también su debilidad y dolor. A través de su unión con el sacrificio de Jesús, María nos enseña que la cruz es una realidad que va más allá de la teología; es una experiencia vivida y sentida. El cristiano está llamado a llevar su propia cruz y a unirse a Cristo en su sacrificio. Jesús nos invita a "negarse a sí mismo, cargar con su cruz y seguirle" (Lc 9,23). Esta llamada a la entrega y el sacrificio es un camino de transformación y esperanza. La cruz no es algo negativo, sino un signo de esperanza y vida eterna.
Conclusión La cruz es un misterio que nos invita a adentrarnos en el amor y la humildad de Cristo. Al exaltar la cruz, reconocemos el amor infinito de Dios que se entrega por nosotros. La cruz nos llama a despojarnos de nuestro orgullo y a seguir a Jesús en el camino de la entrega y el sacrificio. Celebrar la Exaltación de la Santa Cruz es una oportunidad para reflexionar sobre el significado de la cruz en nuestras vidas. Nos recuerda que, aunque el sufrimiento es parte de la experiencia humana, en la cruz encontramos redención y esperanza. Jesús, con su sacrificio, ha transformado la cruz en un signo de amor y salvación. Es una fiesta que nos invita a acercarnos al Crucificado con humildad y amor, despojándonos de nuestras pretensiones y dejando que la cruz nos transforme y nos lleve a la plenitud de la vida en Cristo. "No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). Es la invitación de Jesús a Juan de la Cruz: "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía". La cruz es misteriosa, pero es el nuevo árbol de la Sabiduría que es Jesucristo, puerta para la gloria. La cruz se llena de significado cuando se lleva por amor: el amor lleva al sacrificio, y el sacrificio por amor es gozo. La tradición ha llenado de cruces la cima de las montañas y cruce de caminos en Europa, y en nuestras tierras en tantos sitios, incluso en las cadenas que se cuelgan al cuello, como un recordatorio de todo esto.
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