De manos de mis padres recibí la ilusión de vivir; de sus mismas manos tomé conciencia de la dureza de la vida; de ellas mismas aprendí a caer sobre la tierra, dura pero pletórica de vitalidad y, sujetado a sus manos, aprendí a levantarme. Detrás de ellos se encontraba su fortaleza, abrazada a su fe, a su esperanza y a su gran amor, vestido de sencillez.
Ahora, ya mayor, recuerdo mis ochenta vidas de ilusiones..., era español; la España, unida y juramentada con la paz, con la convivencia y con el progreso, era mis país, mi patria, mil veces renacida de enfrentamientos usureros de poder.
La niebla invade mi horizonte y hace de mi vida un camino tambaleante. No veo nada claro. Lo palpable se difumina al instante. Lo que parece brillar es simple hojarasca.
Los compromisos, los juramentos, las promesas, los proyectos dibujados a carboncillo borrable, invaden el Gobierno, los Partidos y Partidillos y, todos ellos, plegados a los poderes fácticos: PODER, DINERO y RELIGIÓN manipulada.
Sentado, cegado por el débil sol mañanero, lloro la destrucción del bosque donde, entre todos, construimos el sueño de una NUEVA ESPAÑA, sin buenos ni malos, sino SÓLO CON ESPAÑOLES. La POLÍTICA, maraña de hojarasca, divide los sueños, las ilusiones, los proyectos y da claridad a la mentira, al aprovechamientos y a lo que no quisiéramos volver nunca más: españoles buenos y españoles malos.
Señores políticos y todopoderosos manipuladores, yo y todos los españoles de bien, queremos levantarnos, caminar contando los árboles, uno, dos, tres... hasta volver a contemplar aquel VALLE LLENO DE VIDA, en el que la JUSTICIA y lo JUSTO se definen como “el respeto a la igualdad de derechos, el respeto a la dignidad de los débiles y el respeto a la VERDAD”.
Hace ochenta años, me acunaron en una pequeña hondonada de ese valle..., desde allí conocí mi País, mi España, la de todos..., hoy, día a día, veo cómo vamos, entre todos, haciendo de ese valle un lugar donde conviven toda clase de animales, ni buenos ni malos, simplemente, COBARDES.
Mi vida, parte del valle, parte del bosque y parte de cada uno de sus habitantes, se adormece, triste e impotente... ¡YO, también tengo la culpa! Somos seres llenos de vida cambiante, que, sonriendo, de muchas veces no nos paramos a pensar del horror y la miseria impuesta que conlleva el consumo innecesario de animales debemos ir dejando caer semillas de nueva vida... Nadie debe romper el ciclo, le abrazaría la muerte sin esperanza.
|