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Formación permanente

La falta de interés por la lectura se debe a que se la considera inútil para progresar
Octavi Pereña
lunes, 30 de septiembre de 2024, 10:16 h (CET)

Un mundo que cambia rápidamente especialmente en el ámbito laboral, la formación permanente es una necesidad vital para no quedar descolgado. Lamentablemente la necesidad lectora ha quedado relegada a la lectura de documentos que afectan a lo laboral. Fuera de este ámbito apenas se lee. La necesidad lectora siempre ha sido deficiente. 


Hace años leí un libro sobre publicidad que decía que la brevedad de los textos tenía que ver con la falta de comprensión lectora de los receptores. Hoy, la tecnología digital agrava el problema porque pone al alcance de los lectores medios que los hacen más pasivos ya que la lectura de los textos que transmiten no requiere el esfuerzo que exige la lectura de un libro. Educación se queja del bajo nivel de comprensión lectora en los alumnos.


Si la crisis lectora es tan fuerte en el aspecto sensual, la crisis en el  campo espíritu al todavía es más grave. Por nacimiento natural nacemos espiritualmente muertos. En vida a los muertos espirituales solo les interesa satisfacer las exigencias sensuales que les pide la carne: exquisiteces culinarias, viajes en paraísos idílicos, espectáculos cuanto más vistosos y picantes, mejor que mejor, el futbol y otros deportes, únicamente como espectadores, no como practicantes……Como la mayoría de personas son cadáveres vivientes no necesitan alimentar el alma leyendo y meditando en la Biblia que es la Palabra de Dios para el hombre para que encuentre el camino de la vida eterna. Hoy tal vez no. Antaño se compraban ediciones lujosas de la Biblia que servían  de adorno en la librería del comedor. Sus hojas impolutas como recién saldas de la imprenta. Sus tapas nunca abiertas y sus páginas sin ninguna huella dactilar que certificasen que habían sido ojeadas. Eso sí, la presencia de una Biblia en varios tomos y edición de lujo en los estantes de la librería doméstica daba muestras de respetabilidad y de religiosidad aparentes.


Los muertos espirituales son eso: cadáveres que de no ser por una fuerza externa  no pueden levantarse de entre los muertos. Esta muestra de poder vivificador la expone   Ezequiel 37: 1-14. Jesús mantuvo una interesante conversación con Nicodemo, erudito judío. A tan ilustre visitante  el Maestro le dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (juan 3: 6). Este texto hace referencia a la dicotomía humana: carne y espíritu. Jesús en uno de sus viajes de Jerusalén a Galilea tenía que pasar por Samaria. Fatigado por la caminada se sienta junto a un pozo. En esto aparece una mujer que se acerca al pozo para llenar de agua el cántaro que llevaba. La ocasión es propicia para que ambas personas dialoguen. Jesús le dice a la samaritana. “Dame agua” (Juan 4: 2). El Maestro prosigue diciéndole “Si conocieses el don de Dios  y quien es el que te dice: Dame  de beber, tú le pedirías, y Él te daría agua viva” (v. 10). La mujer únicamente conocía el agua del pozo. ¿Qué es agua viva? A la hembra se le  despierta el gusanillo de la conciencia. Jesús le explica: “El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será para él una fuente de agua que salte para vida eterna” (v. 14). El agua que Jesús da al sediento del alma no tiene nada que ver con el agua fresca que nace en el pozo. Es Él mismo: “En el último día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguien tiene sed, venga a Mí, y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo  del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7: 37-39).


Quien cree en Jesús como Señor y Salvador el apóstol Pablo le dice: “también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de  nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve, no es esperanza, porque la esperanza que alguien ve, ¿a qué esperarlo?” (Romanos 8: 23, 24).


El gemir que el Espíritu Santo pone en el alma del creyente en Cristo lo que describe perfectamente el Salmo 42: 1, 2: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. El jadeo del ciervo por el agua es una bella ilustración de la sed que el cristiano siente por estar más  cerca de Jesús que es “el agua viva y del pan vivo” que satisfacen las necesidades básicas de su alma. Si el jadear “está en nosotros, y abunda, no nos dejará estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1: 8). En definitiva, la formación permanente del cristiano será una necesidad vital.

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