Antes de abordar el conocimiento del objeto, permítanme que me retrotraiga a uno de los ejemplos más extravagantes que recuerdo de la política local catalana. En el año 2007, Ariel Santamaría, el también conocido por el “Elvis de Reus”, encabezó la lista de su propio partido: ‘la Coordinadora Reusenca Independent’ en las elecciones municipales de la localidad de Reus (Tarragona). Obtuvo 1831 votos, un escaño y su firme promesa de plantar marihuana en los parques, construir un “follódromo público” (sic) y asistir a todos los plenos del ayuntamiento cubierto con la característica capa del rockero como interpelación a la política tradicional y en apoyo incondicional a una juventud que hasta la fecha creía poco reseñada en el consistorio. Según confesó, en el año 2001 se le apareció Elvis en sueños y le dijo: “tienes que presentarte a alcalde para sacar a Reus de la mediocridad”.
¿Lo consiguió?
Un relato que se acerca de manera parcial a la literatura de Carl Schmitt (filósofo, jurista s. XIX) sobre el ejercicio efectivo del poder político, donde el Estado no debe ser convenido, pues corresponde tal cual a la realidad social. Esto último, se aprecia como un alterador de la democracia representativa que impide el normal funcionamiento del ejercicio político. Aunque, cabe la posibilidad de analizar otras admisiones, digamos, más poliédricas del fenómeno populista.
A pesar de ello, para muchos esta cuestión tan sólo concierne a la insolente consecuencia de lo impredecible de una sociedad contestataria que yerra en sus decisiones electorales. Una visión sujeta a un ferviente antipopulismo sin mayores cuestionamientos y que se presenta antagónica a otras expresiones democráticas alejadas de una tecnocracia sistémica poco permeable. ¡Cuidado!
Conviene recordar que estas manifestaciones son en parte el resultado de los valores que simbolizan las propias democracias liberales, precisamente las más contrarias a esta doctrina y que, probablemente, son las que debieran someterse a examen para entender qué ocurre con ellas y de su diseño para protegerse así mismas mediante el control constitucional de la participación deliberativa epistémica o simplemente la inacción para una transición legislativa hacia un constitucionalismo dialógico con el riesgo evidente de seguir favoreciendo la desconfianza política y la generación de demagogias redentoras.
El foco investigativo no está en lo que entendemos como el problema, sino en las condiciones científico sociales que subyacen y que lo hacen posible. La confusión conceptual inducida del término además del lenguaje peyorativo en su tratamiento sirven de pretexto político para ciertos inquilinos con voz delegada que evitan así, pronunciarse sobre iniciativas esenciales para el pueblo.
“El antipopulismo contribuye a que los socialdemócratas se conviertan en defensores de lo establecido, en lugar de alentarlos a hacer su trabajo y ofrecer una alternativa al neoliberalismo y el centro derecha”. (László Andor, Ex Comisario Europeo de Empleo y Derechos Sociales) En definitiva, de uno u otro lado, si se actúa bajo el único propósito de la desinformación y/o manipulación acaba derivando en la fatalidad de la ‘oclocracia’: cuando la decisión no la toma el pueblo sino la muchedumbre. Polibio (220-118 ac). La degradación del poder democrático dirigida por ‘oclócratas' rodeados por una multitud sin pronóstico.
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