Es un hecho indiscutible que hoy al mismo tiempo que se confunden los viejos principios ideológicos que la sociedad identificaba con el conservadurismo, el liberalismo o el socialismo/comunismo, los intelectuales también se han diluido o confundido en este tsunami de nuevas corrientes costumbristas o de pensamiento. La justicia, la dignidad y la verdad, leit motiv de sus discursos, ensayos y oratorias, han sido aparcadas en aras del relativismo moral imperante.
Los filósofos y pensadores han sido desplazados por un intelectualismo de salón y espectáculo, donde actores y actrices, periodistas o a lo sumo escritores, se han irrogado su representación. La mayoría de ellos están entregados a la exposición mediática de debates sobre ideas “progresistas” tan diferentes de los valores y virtudes tradicionales que defendían los grandes filósofos e intelectuales.
En el asfixiante clima político en el que hoy vivimos en lugar de generar ideas y debates sobre la evolución del pensamiento, la búsqueda de la verdad o los nuevos retos de una civilización que ha entrado vertiginosamente en una nueva era digital, el “intelectual oficialista u orgánico” está entregado al objetivo de“imponer” sus convicciones políticas, antes que a reflexionar y difundir sus propios conocimientos.
El filósofo e intelectual marxista Antonio Gramsci era un ferviente defensor de controlar la opinión pública y diseñar una estrategia de comunicación para la supremacía política de lo que hoy podría ser la “izquierda progresista”: “la conquista del poder cultural es previa a la del poder poder político, y eso se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados “orgánicos”infiltrados en todos los medios de comunicación, de presión y universitarios”. Está claro que solo el defenestrado Pablo Iglesias, tenía claro cuál era la estrategia del Gobierno para “regresar” al Estado opresor de un comunismo a la “soviética”. Estrategia que la desmedida ambición y la pestilente corrupción que rodea a su socio Pedro Sánchez, afortunadamente, puede no prosperar.
Para el escritor e intelectual palestino Edwar W.Said la “finalidad del intelectual consiste en suscitar perplejidad, interrogar y hacer pensar a la audiencia, haciendo progresar la libertad y el conocimiento, no en someterse a sus dictados o embaucarla para lograr objetivos personales o ideológicos.” Un simple recorrido por las televisiones, los medios de comunicación tradicionales o las plataformas digitales demuestran lo lejos que queda el intelectual de los “influencers” y personajes que comercian con las ideas y las venden por un puñado de lentejas. Lo que se necesita son intelectuales valientes y honestos, sean juristas, profesores, filósofos, escritores o pensadores, que defiendan y proclamen desde las tribunas y foros públicos, la verdad frente a la mentira y la libertad y dignidad de la persona humana frente a la opresión y al becerro de oro en el que se ha convertido la sociedad de nuestro tiempo.
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