El embrollo de la ciencia ficción tiñe sus novelas de matices crípticos y retos novedosos para los protagonistas humanos; ese perfil les confiere rasgos lindantes con los descubrimientos en el ámbito del saber y los comportamientos cotidianos ligados a las necesidades inmediatas. La relectura de El fin de la eternidad, nos muestra al buen Isaac Asimov como introductor de ese mundillo, ensamblando la tecnología con los sentimientos de las personas. Nos hace pensar en la DIVERSIDAD implantada entre la gente, ligada a su carácter menesteroso, pero también vinculada estrechamente a la calidad de las actitudes referidas en sus historias. Hay de todo, pero no todo resulta equivalente en sus proyecciones.
Las tecnologías avanzadas nos insertan en una suerte de empoderamiento mental, nos insertan en una mundología novedosa de dudosas implicaciones y consecuencias. Los dominios se acrecientan en general, aunque también se ejercitan por parte de los sistemas creados al actuar sobre los ciudadanos. Como un brote continuado, emergen numerosas áreas con aires de entidades muy selectivas; eso supone unos individuos incluidos en ellas y otros no, incluso, un determinado número de sacrificados que no suelen tenerse en cuenta. Semejante DISCRIMINACIÓN quizá sea el principal factor a considerar, pero muchas veces olvidado. Los beneficios sólo conocen una orientación en dirección a los empoderados.
En cada sujeto, su personalidad se aprecia DESDIBUJADA, al servicio de las estrategias pergeñadas. Tanto las víctimas como los victimarios muestran un alejamiento progresivo de sus decisiones con respecto los razonamientos propios pertinentes. Aquello que actúa empieza a parecerse a una maquinaria compleja con fijaciones impropias de un ser humano. Asimov refleja en sus escritos el poderío de esos mandos increíbles, sólo accesibles para unos cuantos personajes elegidos, que nos trasladan en un periquete de unos siglos a otros; sin parar mientes en los afectados. Los paralelismos con muchos de los patrones de conducta experimentados en la vida moderna.
Menciona esa caricatura en que se convierten los hechos, se desprenden progresivamente de sus autores, con relevancias y duraciones autónomas. Los sujetos afectados lo son de muy diversas maneras. En las aproximaciones hacia eso que denominamos eternidad se pone de manifiesto sobremanera el concepto de las realidades como entes FLEXIBLES; el enfoque de sus aristas modela su percepción y con ello la valoración de las mismas. De todas maneras, los avances científicos incrementan las posibilidades de actuar sobre el ámbito de una sociedad concreta. Lo vemos a menudo, se modifican los viajes, las actividades lúdicas, los medios informativos y cualquiera de las actividades humanas con rasgos inquietantes.
Nos aboca a la organización de MISIONES de alto nivel. Su grandeza organizativa tiende a relegar a planos secundarios las consideraciones inherentes a las personas relacionadas; la misión por encima de todo. Sin las versiones personales no podremos hablar de presencias humanas. Esa complejidad nunca conseguirá evitar las circunstancias concretas de cada individuo, las versiones personales mantienen su sentido sean cualesquiera las realidades circundantes. Es importante este detalle. Las personas se van transformando en entes irreconocibles. Los diferentes sectores sociales se ven involucrados en las sucesivas maniobras; con potentes modificaciones y matices de gran calado. Queda el enigma de quien diseña los trazos básicos.
Aún considerando los retornos a siglos anteriores o esas peregrinaciones por niveles de siglos impensables, dichos desplazamientos también generan determinadas consecuencias. Los estados del presente se muestran como efímeros, expuestos a la modificación subsiguiente. Si el presente se diluye en el magma de un conjunto ilimitado y las personas se fueron desdibujando en esas estructuras estamos entrando en una eternidad DESQUICIADA, como una entidad amorfa, ajena a la vitalidad de las sensibilidades personales. Nos invita a pensar con detenimiento en esa globalidad donde se esconden las repercusiones y quedan obsoletas las inquietudes personales, asumiendo las jerarquías dominantes injustificadas.
En los diversos grados de programación se instalan mentalidades peculiares. Sus decisiones se toman desde esas cúpulas, alejadas del resto de argumentaciones; como es lógico, con la carga natural de errores y desdeñando los criterios ajenos. En todo caso, desaparecen las participaciones venidas desde la gente corriente. Como colofón, para mayor descaro de los programadores, a la hora de llevar a cabo las misiones previstas, crean la figura de los EJECUTORES, ajenos a los razonamientos previos, con el exclusivo deber de cumplir su misión. La frialdad del ejecutor no permite debilidades ni al propio ejecutor, mucho menos a los que pudieran salir perjudicados. Son estrategias de notoria presencia en ambientes actuales.
En esas orientaciones de cara al futuro tienen lugar también las EXPERIMENTACIONES llevadas a extremos insólitos, cada vez más alejadas de los sentires individuales. Las mencionadas directrices con pocos escrúpulos se acrecientan en estos proyectos. Se acentúa la mínima expresión del individuo. La misma progresión de los conocimientos dificulta su comprensión incluso para los expertos del sistema, para la base de la gente sencilla ya es una verdadera utopía. Por lo tanto, el mantenimiento del engranaje con las relaciones adecuadas apunta a un reto insalvable sin soluciones definitivas. No se aprecia el final de dicho sistema, generando una especie de eternidad poderosa.
Las realidades inusitadas nos informan de la INMENSIDAD recluida en el interior de la persona humana, su capacidad generadora de proyectos fantasiosos, potenciales energías y pensamientos incontrolados. Al mismo tiempo, modestos cavernarios sin posibilidades de alcanzar la sabiduría total. En sus andanzas, las pretensiones consiguen rangos que rozan lo insuperable. Aunque nadie puede eliminar esa potencia mal encaminada ni la derivación en los mayores despropósitos. Al tratar de precisar las limitaciones nos vemos superados, los alientos se ven contrarrestados por las frustraciones. El incremento de los siglos, las maquinarias, las estrategias y las ambiciones, se ceban con nosotros.
Falta la respuesta final. Por lo tanto, nos quedamos con las opciones imaginativas de cada persona. Retrocedemos a los razonamientos de índole personal para enfocar cada uno sus ideaciones y darle un sentido determinado a sus actuaciones; adaptados lo mejor posible a una absurda existencia. Se demuestran las carencias de quienes pretenden informarnos y manejarnos desde fuera de la caverna. Con los horizontes abiertos, sin dejar de ser horizontes, alcanzamos el descubrimiento que revaloriza las decisiones personales. Vislumbramos el principio de una ESPERANZA cuyas perspectivas no tienden a la globalidad, se adaptan a cada persona.
La situación fascinante e inquietante a la vez. Como viajeros de esas cápsulas que recorren los siglos. La principal paradoja de estas eternidades gira en torno a su carácter especulativo sin dejar de estar atados al tocón de árboles centenarios; sometidos a los vientos cambiantes y las luces deslumbradoras. La SACUDIDA existencial nos hace vibrar sin contemplaciones.
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