Todos sabemos que la educación y la enseñanza están en decadencia. Las estrategias educativas actuales son de baja calidad, y en muchos casos se llega a eso de “aprobar por decreto”. Por lo que sé, los docentes deben ponerse en contacto con el alumno, prepararle los trabajos, motivarlo, recordarle, reprogramarle; en definitiva, servirle el aprobado en bandeja. ¡Madre mía, cómo se esfuerza el alumno!
Se ha instalado en el ámbito de la enseñanza la mediocridad educativa: se improvisa y se impone sin coherencia alguna, y eso es una falta de respeto hacia el trabajo y la autoridad docente. Creo que esta enseñanza impuesta de hoy día es un atropello a dos derechos básicos: el derecho a la educación, y el derecho de los profesionales docentes a ejercer sin coacciones.
Esta enseñanza actual atenta contra la dignidad de los estudiantes porque los denigra al considerarlos incapaces, al medirlos a todos por igual, al no capacitarlos ni en contenidos ni en habilidades, y tampoco en competencias. También atenta contra valores que son pilares de la sociedad, como el trabajo, el esfuerzo, la responsabilidad, la honradez y la honestidad. Y por último, atenta contra la ética docente porque éstos se ven obligados a mentir, a engañar a sus alumnos tergiversando la realidad cada vez que los “aprueban sin aprobar”.
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