Los cines de verano abrieron sus puertas hace muchísimas décadas con aquella ilusión que siempre han transmitido las novedades. En este momento, donde la nostalgia es ya lo que hacíamos en nuestros veranos de infancia y adolescencia con la típica frase de cualquier tiempo pasado fue mejor, esos cines son en muchos lugares de nuestro país historia. Aquel blanco de la pantalla con cielos infinitos y el misterio de las estrellas, nos adentraba en la fábrica de sueños que se proyectaban. En la actualidad, y en referencia a aquellos cines de verano, podríamos citar aquello de «el mundo que conocimos». Y en ese mundo que conocimos, hay nostalgia de pandilla adolescente, de tabaco rubio fumado a escondidas, de esa sincera amistad de la época... Los cines de verano, parrillas de arte de vida y estudio del paisaje estelar, tienen escritas múltiples nostalgias en su ámbito. Verano y cine, un buen tema para una sociología de la educación de algunas generaciones. ¡Ah!, y el recuerdo de aquel espacio nocturno contra lienzo blanco donde una lagartija hacía arte y ensayo. ¡Sí! ¡El magnífico arte y ensayo de los cines de verano!
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