¿Qué más nos puede pasar a los españoles? Es lógico que nos formulemos esta pregunta a la vista de la tragedia y los sobresaltos que nos ha deparado estos días una maldita señora, de nombre Dana. Los ríos de barro y sangre que han inundado regiones tan queridas como Valencia, Andalucía o Castilla-La Mancha han roto el corazón de millones de españoles de bien. A traición y en la oscuridad de la noche, el caballo apocalíptico de la muerte trotaba sobre las turbulentas aguas de ríos y arroyos que se desbordaban e inundaban pueblos enteros, viviendas, campos, enseres personales y recuerdos de tantas vidas ya rotas por los inolvidables momentos que han vivido y sufrido.
Ha sido un “fango de barro” de los de verdad, el que ha dejado un rastro de desolación y muerte en pueblos como Torrent, Paiporta, Utiel, Requena, Álora, Letur, etc., donde sus habitantes vivían plácidamente, disfrutando de la paz y la tranquilidad que les ofrecían la limpieza del aire que respiraban, la cercanía entre sus familiares, vecinos y amigos, o los rincones silenciosos y hasta románticos de muchas de sus callejuelas. “¡Adolfo, Adolfo…!” gritaba una mujer, con la voz desgarrada, entre los restos del amasijo de coches amontonados después de la riada… Ese grito debe llegar hoy a todos los rincones de España para que despierten de una vez nuestras conciencias tan silenciadas y confundidas por el enrarecido clima político que vivimos.
No es el momento de fotos ni de palabrería hueca a la que nos tiene acostumbrados esta actual generación política. Es la hora de la proximidad, la cercanía y el trabajo con profesionalidad y corazón para ayudar y atender tantas necesidades primarias y urgentes como hoy necesitan los afectados por esta catástrofe, que no pueden ni deben perderse entre la maraña de administraciones y exigencias burocráticas. No caigamos en el olvido del tiempo: “Al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad” (Albert Camus).
A los más de un centenar de “mártires” de la naturaleza, a quienes los hombres de bien hemos llorado ante las dantescas imágenes que nos han sobrecogido, les debemos una oración y un recuerdo ante las dos festividades que celebramos en España los próximos días: la festividad de Todos los Santos y el Día de los Difuntos.
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