Los que nos consideramos normales, hacemos cola, guardamos turno en la panadería, en la farmacia, en la tienda o en el estanco. El caradura va directo al estante, mira, merodea y en un plis plas lo ves pagando y saliendo airoso por la puerta. Está en ellos ser así, listos, espabilados, hábiles, astutos más que nadie.
Hace unos día le llamé la atención en el estanco a una caradura, a una de esas intocables, con un trato que creo que se merecía, para que respetara el turno.
Con todo esto quiero decir que los nuevos pedagogos de hoy no han sabido rescatar la educación de antes, ya que el egoísmo más vil o más tonto, lo mismo que la generosidad más limpia, se manifiestan en las situaciones difíciles o desdichadas.
Estamos viviendo momentos de incertidumbre educativa, donde el estiércol del egoísmo, pueril a veces, crece si escuchas vanas justificaciones. Florece a pasos agigantados el oportunista y el estafador educacional, y esos profetas de la nueva pedagogía nos hacen pensar que no se avecinan tiempos mejores en los rincones de la educación, es decir, que la soberbia, la altivez y el menosprecio seguirán con nosotros.
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