El profeta Jeremías hace sonar la alarma cuando escribe: “No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían, yo no les hablé, pero ellos profetizaban. Pero si ellos hubiesen entrado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras” (23: 21, 22).
Jesús afirma: “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (Mateo 24: 11). El apóstol Pedro ratifica las palabras del Señor: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre si mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los cuales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Pedro 2: 1-3).
El sonido de la siena debería oírse durante la solemnidad de Todos los Santos y en la conmemoración de todos los fieles difuntos. El purpurado barcelonés escribe: “Por otro lado, el 2 de noviembre día de los fieles difuntos rogamos por todos aquellos que nos han dejado y que han finalizado su camino aquí en la Tierra. Los recordamos con afecto, los llevamos en el corazón. Por eso rogamos a Dios Padre misericordioso, por intercesión de santa María i de todos los santos para que puedan gozar de la vida eterna en el cielo”. El prelado en su escrito “La llama de la esperanza” (La Vanguardia 3/11/2024), deja entrever que los vivos pueden comunicarse con los difuntos. Esta filosofía es pagana se opone radicalmente a las enseñanzas de la Biblia. He aquí algunos textos como muestra: “Porque como pecado de adivinación es la rebelión”, (1 Samuel 15: 23). “Que no se encuentre en ti… quien practique la adivinación, agorero, sortílego, hechicero, mago, y quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con el Señor cualquiera que haga estas cosas, y por estas abominaciones el Señor tu Dios echa estas naciones de delante de ti” (Deuteronomio 18: 10-14).
Tanto el apóstol Pedro como el profeta Jeremías nos avisan que la Iglesia de Cristo aquí en la Tierra no está formada por personas totalmente santas. Jesús lo enseña en la parábola de la cizaña y del trigo (Mateo 13: 24-30). Jesús termina el relato diciendo a aquellos que querían arrancar la cizaña antes de tiempo: “No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega, y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Pero recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla, pero recoged el trigo en mi granero”.
El arzobispo barcelonés en el escrito mencionado no se comporta como sembrador de trigo al no enseñar conforme a la Palabra de Dios. Más bien lo hace comportándose como “un enemigo” (v.28) que se infiltra furtivamente dentro de la viña del Señor. ¿Quién es el enemigo? El apóstol Juan lo desenmascara cuando escribe: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8: 44). Para no llevarnos a engaño, la Biblia nos transporta en el tiempo hasta situarnos en el Edén para poder contemplar al padre de la mentira en acción: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que el Señor Dios había creado” (Génesis 3: 1), seduciendo a Eva impulsándola a desconfiar de la bondad de Dios. Del “enemigo” que furtivamente entra en el campo para sembrarlo con cizaña el apóstol Pablo lo describe: “Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia, cuyo fin será conforme sus obras” (2 Corintios 11: 13-15).
Satanás no se infiltra en las iglesias a cara descubierta. La cubre con la máscara de la hipocresía. Se la cambia según las circunstancias. Eso sí, siempre lo hace aparentando ser un apóstol de Jesucristo. El engaño para no ser descubierto siempre va acompañado de medias verdades. La mentira no puede plantar cara abiertamente a la verdad. La Palabra de Dios es la verdad. El primer objetivo de Satanás es desvirtuar la verdad de la Biblia. Si consigue que las personas consideren la Biblia como obra literaria como Don Quijote, por ejemplo, habrá ganado la partida. Hará creer a quienes son cristianos de labios pero no de corazón cualquier sandez que se proponga.
Leemos en el escrito del purpurado barcelonés: “En esta época en que rogamos por los difuntos y los dejamos en la paz de Dios, para que puedan llegar al gozo pleno el cielo… Vivamos el verdadero sentido de las celebraciones con las que iniciamos el mes de noviembre tan arraigadas en nuestra historia y cultura, y llenas de esperanza cristiana” (?). El escrito que comentamos del purpurado de rezuma espiritismo. Cierto, no es un espiritismo grosero como el pagano porque el enemigo, Satanás, el padre de la mentira lo ha maquillado con el tinte cristiano que esconde su fealdad. A la mutación externa se le puede aplicar el dicho: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
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