Un equipo de investigación del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y el Instituto de Química Física Blas Cabrera (IQF-CSIC), ambos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha cuantificado por primera vez la emisión marina global de metanotiol, un gas de azufre producido por la vida marina, y su contribución a formar partículas y nubes en el aire con efectos enfriantes para el clima.
Zona marina | Foto de Rafel Simó/ICM-CSIC
El estudio del CSIC, organismo dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (MICIU), aparece publicado en la revista ‘Science Advances’ y revela que el océano emite azufre y enfría el clima más de lo esperado.
Hace casi 40 años se difundió una de las hipótesis más rompedoras sobre el papel del océano en la regulación del clima de la Tierra, al proponer que el plancton microscópico que vive en la superficie de los mares produce azufre en forma de gas que, una vez en la atmósfera, se oxida y forma pequeñas partículas llamadas aerosoles.
Los aerosoles reflejan una parte de la radiación solar de vuelta hacia el espacio y, por tanto, disminuyen el calor que retiene la Tierra, con un efecto opuesto al de los conocidos gases de efecto invernadero.
El efecto enfriante de los aerosoles se magnifica porque estas partículas son esenciales para la condensación de gotas de agua y la formación de nubes ópticamente densas. Las nubes son el elemento climático con mayor capacidad enfriante.
OLOR DEL MAR
El nuevo descubrimiento amplía el impacto climático del azufre marino porque le suma un compuesto que había pasado desapercibido. “Hasta ahora considerábamos que los océanos emitían azufre a la atmósfera únicamente en la forma del dimetilsulfuro, un residuo del plancton que es el principal responsable del olor tan evocador del marisco”, según Martí Galí, investigador del ICM-CSIC y uno de los autores principales del trabajo.
Charel Wohl, que durante el estudio trabajaba en el ICM-CSIC y actualmente está en la Universidad de East Anglia (Reino Unido), añade: “Hoy, gracias a la evolución de los instrumentos de medida, sabemos que también emiten metanotiol, y hemos encontrado la manera de cuantificar, a escala global, dónde, cuándo y en qué cantidad se produce esta emisión”, añade.
Para ello, los investigadores reunieron todas las medidas disponibles de este nuevo compuesto, sumaron las que habían realizado en el océano Antártico y la costa mediterránea, y las relacionaron estadísticamente con datos de temperatura obtenidos desde satélite.
Esto les permitió concluir que, anualmente y de promedio global, el metanotiol incrementa en un 25% las emisiones marinas de azufre conocidas. “Puede parecer que no es mucho, pero el metanotiol es más eficiente en oxidarse y formar aerosoles que el dimetilsulfuro y, por tanto, su impacto climático se ve magnificado”, indica Julián Villamayor, investigador del IQF-CSIC y también autor principal del estudio.
NUEVO ACTOR CLIMÁTICO
El equipo investigador incorporó las emisiones marinas de metanotiol a un modelo climático de última generación para evaluar sus efectos en el balance de radiación del planeta.
“Los impactos son mucho más visibles en el hemisferio sur, donde hay menos continentes y menos actividad humana, y la presencia de azufre proveniente de la quema de combustibles fósiles es menor. Es aquí donde el estudio nos muestra cómo era la influencia del océano en el clima antes de la Revolución Industrial”, explica Alfonso Saiz-López, del IQF-CSIC.
Considerar el metanotiol en el modelo climático supone aumentar entre un 30% y un 70% la formación de aerosoles de azufre sobre el Antártico, lo que disminuye la radiación solar incidente en verano en una cantidad entre 0,3 y 1,5 vatios por metro cuadrado (W/m2).
“Los modelos climáticos actuales sobreestiman enormemente la radiación solar que sabemos que llega realmente al océano Antártico, sobre todo porque no son capaces de simular correctamente las nubes. Incorporar esta nueva emisión de azufre permitirá acercar algo más modelo y realidad”, afirma Rafel Simó, del ICM-CSIC.
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