Quiero hablar de un libro que me ha gustado mucho: El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana, de Marie-France Hirigoyen. A lo largo de varios artículos, exploraré las ideas que expone, añadiendo algunas reflexiones personales que espero inviten al diálogo. Es un tema que nos interpela a todos en sus diversas facetas: familiar, profesional, amistades, el ámbito social, e incluso en las nuevas tecnologías y redes sociales, donde también se manifiestan formas sutiles de violencia psicológica.
Como punto de partida, Hirigoyen organiza su obra en tres grandes bloques que servirán como guía para esta serie:
1.Violencia perversa en la vida cotidiana (generalidades sobre la persona perversa). 2.La relación perversa y sus protagonistas (el entorno). 3.Consecuencias para la víctima y ayuda psicológica (cómo reconducir la situación).
En este primer artículo, me centraré en la violencia perversa en la vida cotidiana, introduciendo sus características y el perfil de los agresores.
I. La violencia perversa en la vida cotidiana
“Es difícil determinar cuándo hay una relación perversa, de acoso... cada palabra, cada entonación y cada alusión tienen su importancia. Todos los detalles, tomados aisladamente, parecen anodinos, pero su conjunto crea un proceso destructor”, dice Hirigoyen.
Este proceso es insidioso: se manifiesta en pequeñas agresiones que, aunque no dejan marcas visibles, van minando la confianza, la autoestima y la percepción de la realidad de la víctima. Además, el agresor suele provocar reacciones emocionales desproporcionadas, lo que facilita que otros interpreten la situación como un simple conflicto o, peor aún, que se culpe a la víctima por “prometerse” con la dinámica de maltrato.
1. La violencia privada Las agresiones suelen ser sutiles y se ocultan bajo la apariencia de normalidad. Hirigoyen describe cómo estas situaciones tienden a interpretarse como simples aspectos de una relación conflictiva entre personas de carácter fuerte o pasional. Sin embargo, en realidad, se trata de un intento deliberado de destrucción moral que, a largo plazo, puede tener incluso consecuencias físicas.
Uno de los mecanismos principales de esta violencia es el dominio. El agresor, a menudo un individuo con rasgos narcisistas, busca imponer su control sobre la víctima mientras mantiene una apariencia de equilibrio: “temo que te acerques demasiado, pero no quiero que te alejes”. Es un juego perverso que sumerge a la víctima en la duda constante y en una sensación de culpabilidad paralizante.
2. El caso de Annie: un ejemplo revelador Hirigoyen ilustra este proceso con el caso de Annie y su pareja, Benjamin. Benjamin ejerce un dominio casi invisible, disfrazado de exigencias contradictorias. Quiere que Annie sea independiente económicamente, pero también sumisa; la critica por ser poco seductora o generosa, y cuando ella intenta dialogar sobre lo que no funciona, él desvía la conversación, haciéndola dudar de sí misma.
“Annie sabe que está renunciando a su pensamiento propio y a su individualidad, pero teme que la cosa vaya a peor. Esto la conduce a esforzarse permanentemente porque lo cotidiano sea soportable”, relata la autora. La contradicción es desgarradora: Annie percibe el abuso, pero espera que Benjamin cambie. La esperanza de que un día el nudo se deshará y podrán comunicarse la mantiene atrapada.
Benjamin refuerza su control con comentarios hirientes pero calculados: le dice, por ejemplo, que si se separan él encontrará pareja enseguida, mientras que ella se quedará sola. Annie, a pesar de saber que es más sociable que él, se aferra a esa idea, temiendo una soledad que ni siquiera existe.
Reflexión final
Lo más peligroso de la violencia perversa es su invisibilidad: el entorno no percibe el abuso, y la víctima misma duda de lo que está viviendo. Este es un primer paso para entender un fenómeno que afecta a personas en todas las áreas de su vida. Identificar estas dinámicas y ponerles nombre es el comienzo del camino hacia la liberación.
En los siguientes artículos profundizaremos en cómo se desarrolla la relación perversa y qué consecuencias tiene para la víctima. Os invito a compartir sus reflexiones y experiencias para abordar juntos este importante tema.
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