Una de las políticas económicas más destacadas que se prevé que implemente Trump son los aranceles a la importación. Como ocurre con casi todo en economía, los efectos de esta medida a medio y largo plazo son difíciles de prever con exactitud. La complejidad de las relaciones entre variables económicas y el factor humano como actor económico en una posición central, con sus decisiones subjetivas, impide llegar a conclusiones definitivas. De hecho, los economistas rara vez coinciden incluso al analizar eventos pasados, y las previsiones se definen en términos de probabilidades que cambian continuamente.
Cuando se incrementen los aranceles en los Estados Unidos, el efecto inmediato será una subida de precio de los productos importados (es decir: inflación), y las empresas estadounidenses que producen bienes equivalentes se benefician con un aumento de su facturación y beneficios.
Saldrán perdiendo los consumidores estadounidenses de esos productos, mientras que las empresas nacionales del sector protegido saldrán beneficiadas. El balance final dependerá del peso de ambos grupos en la economía: si el daño a los consumidores supera el beneficio a las empresas, la medida será perjudicial en el largo plazo; de lo contrario, el resultado podría considerarse positivo.
Es probable que Estados Unidos aplique aranceles a productos de sectores clave para su economía, buscando maximizar el impacto positivo interno. Esto perjudicará a empresas de otros países, como los europeos. Es previsible que la Unión Europea y otros socios comerciales respondan con otros aranceles sobre productos estadounidenses. Cada país sentirá el impacto según sus exportaciones e industrias expuestas a los aranceles.
El resultado final, ya se ve, no está para nada claro. Quizá, lo más claro, en una tendencia a que la inflación repunte. Si esto es así, y dependiendo del comportamiento de la economía, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo tendrán que valorar si mantienen, suben o siguen bajando los tipos de interés, para lo cual tendrán que ver la fortaleza o debilidad de la economía.
Desregulación
Otra de las medidas que pondrá en marcha Trump es la desregulación de ciertos sectores. La desregulación, que en muchos casos equivale a una no-regulación, suele seguir un comportamiento pendular. La reducción o ausencia de regulación en determinados sectores tiende a generar, en el corto plazo, un crecimiento económico que es sin duda bienvenido, pero también suele provocar un empeoramiento de las prácticas de ese sector que en el medio y largo plazo termina mal.
El ejemplo típico es el sector financiero. La escasa regulación hace que las entidades financieras reduzcan sus requisitos de capital y se embarquen actividades más arriesgadas para intentar conseguir una mayor rentabilidad (y más sueldo para sus directivos). Esto termina al cabo de los años, no hay que remontarse mucho más que hace una década, con quiebras bancarias, crisis bursátiles, recesión económica del país, rescate de las entidades financieras con dinero de todos (mientras esos directivos se les despide pero conservan sus suelos y bonus anteriores), etc. concluyendo entre todos que hace falta una mayor regulación de la actividad de las entidades financieras. Al cabo de unos pocos años se olvida el pasado, se cambia de gobierno hacia otro más liberal en términos económicos, y el proceso vuelve a comenzar.
Lo ideal sería encontrar un punto intermedio: una regulación suficiente para garantizar la estabilidad y evitar abusos, pero no tan excesiva como para frenar la innovación y el crecimiento. Lograr este equilibrio es, sin duda, un desafío complejo, y para qué debemos resignarnos a ser espectadores una y otra vez de este fenómeno pendular.
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