Los funcionarios del Estado en España pueden elegir entre la sanidad pública o privada; el resto de ciudadanos, no. Estos empleados públicos gozan de una mutualidad (Muface) que hace las veces de seguridad social y les proporciona cobertura por incapacidad y un seguro sanitario privado que subvenciona el Estado al 80%. Se trata de un modelo que incluye elementos muy sorprendentes.
La primera sorpresa es que a los funcionarios se les obliga a elegir: sanidad pública 'gratis' o sanidad privada pagando poco por ella. La gran mayoría - tres de cada cuatro - eligen la privada. Es curioso que los empleados del Estado no quieran disfrutar del propio servicio de salud que ofrece ese mismo Estado y prefieran pagar, aunque sea poco, por un seguro privado. ¿No habíamos quedado en que la sanidad pública española era una de las mejores sanidades del mundo? Si es así, ¿por qué los funcionarios deciden prescindir del sistema público y eligen, pagando un coste - bajo, pero coste - un seguro privado, más bien recortado y justito, como el que ofrecen las aseguradoras a Muface?
En realidad, nuestra sanidad pública es en general bastante mediocre, está colapsada con listas de espera eternas y secuestrada por un marea de intereses gremiales y sindicales. Solo la salvan de la quema la mayoría de sus profesionales sanitarios, unos completos héroes que hacen de la necesidad virtud y lo dan todo y más por el servicio - no queda otra - para salvarlo como buenamente pueden, siendo conscientes de la calamidad del sistema, organización y recursos.
La segunda sorpresa está en los costes. El Estado, a través de Muface, paga cerca de 1.000 euros por funcionario y año a las aseguradoras privadas. Sin embargo, el resto de ciudadanos le costamos casi 2.200€ al año, según los datos de gasto sanitario público per cápita en 2023. Quizá por eso - y no solo por eso- el Estado nos quiere a todos funcionarios al ahorrarse en gasto sanitario una buena pasta. Como siempre, al Estado le sale más rentable y ofrece más calidad al subcontratar o concertar servicios públicos con empresas privadas que organizarlos y gestionarlos por su propia cuenta. En la sanidad, también.
Aun dando por hecho que el gobierno cumpla lo anunciado estos días sobre incrementar en los próximos años hasta un 33% el coste de las primas de Muface, seguiríamos en un escenario en el cual las compañías privadas de salud son capaces de ofrecer el servicio por cerca de la mitad de lo que se gasta el Estado en sanidad por persona. Y aun con eso, cuando le das a elegir a la gente uno u otro, se van en masa al seguro privado.
Cabe preguntarse que si sale más económica la sanidad privada y es más elegida, ¿por qué no se extrapola el modelo Muface - o similar - al resto de ciudadanos? ¿Por qué no se nos permite elegir entre sanidad pública o privada, como a los funcionarios?
Hay fórmulas para hacerlo posible como la del cheque sanitario, que en un hipotético escenario sin servicio público, permitiría la universalización de la sanidad al entregarse por parte del Estado y por valor del coste medio de un seguro completo, a personas por debajo de un determinado umbral de renta. Cada uno de los beneficiarios elegiría el seguro que más se ajustase a sus necesidades o gustos entre todos los que ofrezca el mercado. Un mercado, que en ausencia de sanidad estatal y en plena competencia, se desarrollaría mucho y ofrecería múltiples proveedores, opciones y precios competitivos. El resto de ciudadanos por encima de una renta, pagarían esos mismos seguros con el ahorro que supondría no pagar la parte de impuestos que va hoy a la sanidad: cerca de 10.000€ al año cada familia con dos hijos.
Caben fórmulas intermedias o transitorias hacia un nuevo sistema sanitario, pero el objetivo debería ser el mismo: permitir la elección del ciudadano y proporcionar un servicio de calidad al mejor coste posible, teniendo en cuenta que vamos, a ritmo acelerado, a una sociedad envejecida que necesita cuanto antes un servicio eficiente, de calidad y sostenible.
Antes de que los estados decidieron acapararlo, el servicio sanitario se organizaba con mutuas, - sociedades de ayuda mutua - del tipo de Muface, gremiales; otras eran más de tipo cooperativo y algunas tenían un carácter asistencial y caritativo. En ninguna de ellas primaba el beneficio -tantas veces ese factor necesario para todo buen servicio- ni se les podían achacar las "tres balas" que hoy se disparan sobre la sanidad privada de EE.UU. Es decir, también existen soluciones más allá del estricto ámbito privado para aquellos que quieran separar beneficio y salud. El mundo no se acaba si un estado deja de proveer servicios sanitarios; la sociedad sabe y puede perfectamente organizarse sin él para satisfacer necesidades colectivas de todo tipo.
La salud es una cosa demasiado seria como para dejarla en manos del Estado.
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