Sin lugar a dudas, vivimos un tiempo de grandes transformaciones y desafíos, afirmación que vengo repitiendo como mantra en cada una de las tribunas que en este espacio me permite reflexionar sobre el tiempo que como generación nos ha tocado vivir. Un momento, único en la historia, pero con la gran responsabilidad de llevar a cabo la configuración de un nuevo tiempo en el planeta tierra y en la convivencia relacional entre los seres que habitamos en ella. Entendiendo en esta paradoja del destino que el ser humano hoy en un grado exponencial de crecimiento tecnológico lo es al igual grado en su decrecimiento espiritual y de conexión con la realidad de un mundo que no le pertenece en exclusiva bajo el posicionamiento egocéntrico que la raza humana tiene en muchas ocasiones. Todo ello, aun cuando la propia existencia de la humanidad en este espacio es un instante limitado en la propia creación del universo y del planeta.
Así, hoy nos enfrentamos a la evolución del Homo Sapiens al Homo Deus, ese que previo proceso de transhumanismo tecnológico nos encamina a los mayores avances genéticos y científicos, cambios estos capaces de configurar un tiempo nuevo en el que las mejoras de nuestras capacidades - velocidad, inteligencia, fuerza, sistema inmunológico- , el aumento de la longevidad con la derrota del envejecimiento físico o el fin de enfermedades hoy mortales configuraran un nuevo tiempo de avances en el que el debate estribará en la propia búsqueda de la inmortalidad por un lado y del acceso a estos avances de la población por el otro.
Y junto a estos cambios transcendentales de nuestra especie, la conquista del espacio en la propia expansión a nuestra vía láctea desde la luna y marte de la humanidad en la búsqueda de esos procesos de terratransformación y expansión de la vida en lugares hoy de complejo desarrollo se presentan en el horizonte como realidades cercanas a este mundo. En definitiva, cambios y transformaciones en los pilares de la existencia que por si fuera poco se entremezclan con otras grandes revoluciones que hoy ya están presentes en nuestro día a día: La revolución tecnológica con la aceleración de procesos como el de la singularidad tecnológica y el despertar de la Inteligencia Artificial con la más que posible toma de conciencia de la misma, la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global con la apuesta decidida por la revolución de nuestros procesos de utilización energética con la aparición de nuevos modelos de movilidad, el cambio de escenario de la geopolítica global con el pulso de poder entre las democracias occidentales y el liderazgo del grupo de nuevos países a la órbita del liderazgo de China o el profundo debate sobre la posición de las corporaciones económicas como nuevas fuentes de toma de decesión con influencia real en el mundo, son sólo algunas de estas revoluciones que convergen hoy en este tiempo para una generación como la nuestra en la que recae la responsabilidad de llevar a la humidad hacía luz o la oscuridad que estos grandes cambios pueden producir.
En el primer caso, haciendo posible que los avances sean de acceso a la sociedad en su conjunto y de igual forma elementos de mejora en la tierra en coexistencia con los otros seres que habitan la misma y con los recursos que esta provee, elementos hoy esquilmados de manera permanente por nuestra presencia, impulsando procesos de utilidad práctica y de regulación entre los avances científicos y tecnológicos con los principios rectores de la libertad y la justicia, apostando por modelos de cooperación entre entidades públicas y privadas para superar los retos hoy presentes como humanidad o enfocando nuestra visión en construir un tiempo de equilibrio y progreso compartido. Evitando por ello lo contrario a todo ello, es decir, que estas revoluciones nos lleven a una profunda oscuridad, a la pérdida de nuestros recursos naturales, al conflicto entre potencias en su pugna por el liderazgo global, a la diferenciación entre Homo Deus y Homo Sapiens en virtud del acceso a las mejoras genéticas o tecnológicas que ya se vislumbran, a un aumento de las diferencias sociales en virtud al acceso de nuevas fuentes de riqueza terráqueas o planetarias, a la dictadura de la tecnológica por encima de la libertad individual o la pérdida de la democracia en sí misma por la irrupción de nuevos modelos de poder con intereses específicos individuales o sectorizados y no compartidos.
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