Europa (la UE) es una de las partes del mundo que más agudamente está sufriendo una crisis que ha contribuido a consolidar y de la cual está siendo más victima que beneficiaria.
Posiblemente la culpa la haya tenido una parte importante de la prensa oficialista, que no ha querido o podido alertar sobre lo peligroso que es anteponer los intereses de otra nación (error letal) a los propios. Aún resuena el aplauso a Borrell cuando afirmaba que la guerra en el Este debía terminar militarmente (hasta el último ucraniano, aclararía Boris Johnson). Esa prensa, poseída de su propia importancia, debería haber cogido a Borrell de la mano y haberle orientado en su laberinto de flores, recordándole lo de las barbas del vecino.
El mandato de Biden está en su final. Hasta el último minuto parece que Occidente debe alinearse forzosamente con su política, con su partido, con sus guerras, tal como si no existieran otras opciones al margen del demócrata Biden o del republicano Trump. Algunos han jugado con la figura de Sanders, quien tras hacer campaña para Obama, Biden y Harris, acusó a los demócratas de “abandonar a la clase trabajadora”. Los sanderistas dirán que era para frenar a Trump (olvidando que ellos habían sido previamente frenados). Vale. Pero ¿habremos de continuar con estas oscuridades por mucho tiempo? ¿Seguirán los juegos a lo Blinken, que mientras niega un genocidio en Gaza lo denuncia en Sudán?
Otra prensa
Sin embargo, esta oscuridad informativa en la gran prensa (ella se considera la aristocracia de la información) ha provocado la necesidad de recurrir a otro periodismo, de sangre menos azul pero bastante más oxigenada. Dicen que no hay mal que por bien no venga. Un periodismo que seguramente con riesgo ha sabido mantener la pluralidad en lo informativo. No hay que abandonarlo. Lo que viene en los próximos cuatro años no ha de ser más fácil ni mejor. De entrada ya se está agudizando el dilema sobre el concepto de soberanía. ¿Cómo obedecer a la “América profunda” denostando a la vez a su presidente? ¿Qué habrán de hacer los gobiernos europeos, hasta ahora tan obedientes, si se les plantea el dilema de elegir entre EEUU o las soberanías de Dinamarca (Groenlandia), Panamá, Canadá o el nombre del Golfo de México? ¿Cabra activar el artículo número 5 del Tratado de la OTAN? ¿Se podrá expulsar a EEUU del G7? ¿Se le sancionará? No cabe duda de que el negativo de esta película es más expresivo que su espacio positivo. Algo que no se había planteado tan descarnadamente antes de los noventa (es un decir: no se había planteado, sino que se había realizado sin aspavientos. Estamos hablando del Panamá de 1989 (Operación Causa Justa. Bush padre, republicano). Al respecto intuimos una primera manipulación. ¿De qué irredentismo norteamericano se habla? ¿De qué derecho histórico justificativo?
Dejando aparte qué representan verdaderamente los políticos actuales, cabe preguntarse cuál es el verdadero periodismo. Por supuesto no el que con afán monopolizador denuncia indiscriminadamente a las redes sociales como retroceso en la información. En el pasado no había escuelas para su ejercicio. Larra, Ortega y Gasset o Azorín no las necesitaron. La profesión era vocacional, la columna vertebral una vasta cultura. El periodista era un escritor, no sólo un técnico de la palabra, esta sin alma. Sus errores eran dialécticos. Había certezas en cuanto existía un cuerpo doctrinario sobre las cosas. Hoy la mayoría de la información vertida está previamente digerida. Las agencias marcan la pauta. ¿Se es verdadero periodista si a cierta habilidad técnica le falta la vocación moral? Es decir, ¿lo es cualquiera que sepa escribir pero que no esté dispuesto a luchar por una información veraz? No estamos diciendo que las escuelas no sean necesarias, sino que no son suficientes. No hay escuelas para el espíritu en ninguna rama del pensamiento.
Primeras reacciones de descontento
Hemos sabido de la protesta de 230 periodistas y similares de la BBC. Ahora se amplía la información. Raffi Berg, el protestado, director de la sección de Oriente Medio de dicha corporación, había pertenecido a la nómina de dos servicios de inteligencia extranjeros (uno norteamericano y otro israelita), y de lo cual él no halla causa de incompatibilidad. Nada de esto es nuevo. Ya en el pasado varias asociaciones de la prensa expresaron reiteradamente su malestar por la falta de independencia del periodista y por la falta de códigos éticos. ¿Se ha remediado? No, se ha empeorado mucho.
La cuestión es que nunca se había visto en el periodismo europeo semejante uniformización, apartado aquel de las virtudes que presume defender: la de opinión y la de expresión libres.
Es más, en esa prensa de noticias clonadas ha habido que leer (con una simultaneidad sospechosa) que se lucha por el multilateralismo (¿un multilateralismo cancelador?) ¿Se hace referencia a defender cosas como esta?: «Estados Unidos está de regreso para liderar el mundo y no retirarse de él, para sentarse en la cabecera de la mesa». Joe Biden, Esta frase aparentemente insulsa se complementa con otra más descriptiva: “No voy a enviar a mi hijo de regreso allí (Afganistán) para que arriesgue su vida en nombre de los derechos de las mujeres” (a los otros hijos, sí).
Dice la ONU sobre el multilateralismo: “Su funcionamiento está determinado por normas elaboradas colectivamente que facilitan una cooperación sostenible y eficaz. Dichas normas garantizan a todos los implicados los mismos derechos y obligaciones en todo momento (y no solo dependiendo de la cuestión tratada)”. Subrayamos colectivamente, colaboración, derechos y obligaciones. ¿Permite el multilateralismo socavar la soberanía energética de un país y que este tenga que callar? ¿Basta con que haya distintas partes aunque sea en una relación rígidamente jerarquizada? ¿No suena más a globalismo neoconservador (reaganiano, thatcheriano, escuela de Chicago) donde los intereses de los grandes poderes se imponen a los de las soberanías nacionales? Al respecto cabe decir que no vamos a salir del globalismo, sino de uno trasnacional (sobre las naciones) a otro internacional (entre la naciones). Del wokismo al patriotismo, dos excesos que luego están huecos.
La trampa tendida al trampero
Presentado Trump como la antítesis de Biden (no había cadena que no se riera de él), ¿cómo hará la UE para, sin cambiar de criterio, no desatar una crisis entre EEUU y ella? ¿O veremos a los profetas del multilateralismo seguir los pasos del presidente de Groenlandia y afirmar que "Llegó el momento de que nuestro país dé el siguiente paso. Al igual que otros países del mundo, debemos trabajar para eliminar los obstáculos a la cooperación, que podemos describir como los grilletes del colonialismo, y avanzar". ¿Se deduce de esto que Trump es un anticolonialista? ¿Es Macron el anticipado del giro?: "Enhorabuena, presidente Donald Trump (suena un poco a Marilyn Monroe en el cumpleaños de Kennedy). Listo para trabajar juntos como lo hicimos durante cuatro años... Con sus convicciones y las mías. Con respeto y ambición. Por más paz y prosperidad". ¿Sus convicciones o las de Biden? ¿Paz o enviar tropas francesas a Ucrania? ¿Progreso o sumir a Europa en una crisis histórica innecesaria (Francia cerrará el año disputándole seriamente a Alemania el título de hombre enfermo de Europa. elEconomista)? Los mapas mostrados en 2005 en la revista Armed Forces Journal por los cuales 15 países del Oriente Medio se convertían en 21, ¿fue un proyecto o una quimera? ¿Cómo defender simultáneamente la unidad nacional y la creación de un estado kurdo a costa de los estados colindantes?
¿Qué periodismo?
La cuestión es que estamos en un cruce de caminos histórico que requiere ampliar el ángulo de visión. Europa se ha situado a sí misma en una posición muy difícil, que no podrá salvar sin el concurso de todos. En ese todos figura en puesto preeminente el periodismo como expositor y selector de soluciones (en este orden, no en el contrario). Pero si ese periodismo no goza de una libertad de pensamiento suficiente, poco podrá colaborar en la búsqueda de soluciones. Respecto al periodismo nacional hay que decir que este debe sacar la cabeza de su agujero (en el que reina el asunto de la corrupción más como instrumento contundente que como problema a resolver) y sacar al país de su inanidad. Ha habido una cadena de congresos del PSOE. ¿Al margen de los apellidos, alguien se ha preguntado que representaba políticamente cada candidato?
Veinte años de inteligencia y de pérdida de tiempo
En estos últimos veinte años no ha habido sólo un juego de poderes económicos mundiales, sino también de inteligencia y de estrategias. Unos han sabido jugar, otros, no. ¿Quién nos iba a decir que naciones como Dinamarca o Canadá, en pleno corazón del jardín, se iban a plantear problemas, reales o hipotéticos, de secesión si no de absorción? ¿Quién podía prever en Siria tres proyectos encontrados entre pupilos del mismo maestro, indisponiendo el bajo vientre de Europa? Hablamos del Gran Israel, de un intento de reconstrucción del Imperio Otomano (ver "Los próximos 100 años": predicciones para el siglo XXI, George Friedman, Centro Stratfor para Investigación en Política Internacional) y del intento de un estado kurdo. ¿Tenemos una idea de si esto nos puede afectar?
En lo que a nosotros respecta, ¿somos conscientes de que la sombra del Gran Marruecos puede nublar nuestro futuro? ¿Cómo ese Marruecos que no resuelve sus problemas internos pueda prohibir que España posea dos puntos en la entrada del Mediterráneo (Gibraltar y Ceuta)? ¿Quién está detrás para tanta prepotencia? Quienes confunden globalismo y multilateralismo ¿están en disposición de informarnos convenientemente?
La prensa callada
Para reaccionar ante esta inacción sólo nos queda el periodismo no oficialista, el cual ha abierto brechas en un silencio que a nadie preocupa. Gracias a él hemos podido acceder además a periodistas de vocación y a intelectuales críticos y antes desconocidos por la mayoría. Esa prensa es la que nos ha acercado a talentos de Méjico, Brasil, Italia (tan valiosa como ignorada) o India, con una visión mucho más amplia y profunda que la nuestra, Por cierto, no olvidemos al australiano Assange. Otra particularidad es que la fractura estadounidense ha abierto una brecha de pluralidad en su periodismo, lo que permite conocer enfoques contrapuestos que escapan al tratamiento banal de aquí.
Por las crisis se puede morir; pero también salir fortalecido. En esto la prensa puede tener un papel fundamental. Dependerá de la calidad de sus sujetos, tanto individuales como colectivos. El periodismo oficializado ha renunciado a tres virtudes que le son esenciales, incluso consustanciales; nada nuevo decimos: las de veracidad, objetividad ética, imparcialidad. La información que hoy necesitamos supera a la gacetilla. Más que nunca el periodista habrá de sumergirse en cuestiones históricas, filosóficas (respecto a la ética, al bien, al valor), geográficas, geopolíticas, económicas. Cuando se pueden remover mapas consolidados es que estamos ante algo grave y peligrosamente contagioso. ¿Cómo comprender los desvaríos en Oriente Medio sin conocer el Acuerdo Sykes-Picot entre Gran Bretaña y Francia? Cómo, sin conocer las causas del malestar de Lawerence de Arabia, un traidor a los ojos de los árabes? ¿Cómo calificar el tratamiento mediático entre Venezuela y Haiti sin saber de geografía económica? ¿Cómo dar o restar virtualidad a las pretensiones turcas desconociendo los 600 años de historia de la dinastía osmanlí? ¿Cómo hablar de Ucrania sin conocer a Vladímir Jabotinsky? ¿Cómo, sin distinguir entre internacionalismo (que precisa de naciones) y cosmopolitismo, (que las desecha)? Cómo, sin leer a Emmanuel Todd, Michael Hudson, y aquí a Baños, Juan Antonio de Castro (fundamental su libro Soros. Rompiendo España), Aguilar, Zorrilla, L. Ramírez, entre muchos otros? ¿Cómo ser verdadero periodista sin ser capaz de sacar la cabeza de la propia trinchera?
Realismo
Aparentemente, lo realista sería tener muy presentes las limitaciones impuestas. Después de todo, la información está mayoritariamente en manos de empresas privadas (aunque subvencionadas) partidarias solapadamente del despido libérrimo. Antes comer que filosofar. Pero, ¿por qué no destilar lo esencial para que se produzcan saltos de cantidad a cualidad? ¿Por qué desistir pudiendo escribir entre líneas cuando el otro se empecina? Suena exagerado, pero no otra es la preocupación expresada de tanto en tanto por las asociaciones de la prensa. Si, tal como la prensa oficialista dice, estamos en una sociedad multilateralista, que lo demuestre la ausencia de cancelaciones. Cancelaciones que incluso llegan a lo meramente cultural.
|