Hace un más de dos meses un fenómeno atmosférico de singular potencia, una DANA, se transformó en un río de muerte y destrucción con el trágico balance de 222 víctimas y cuatro desaparecidos registrados. Fue la mayor catástrofe natural de las habidas en las Comunidades de Valencia y Castilla-La Macha, geografías que miran a un mar cuna de civilizaciones. Han pasado más de dos meses y el grito de quienes titánicamente siguen luchando contra las secuelas de destrucción es “¡no nos olvidéis, por favor!”. Las cifras de esta tragedia permiten palpar su magnitud: ciento ochenta mil afectados, más de setenta pueblos de esas comarcas, cincuenta y cuatro mil empresas paralizadas y pérdidas económicas de más de dieciseis mil millones de euros. Es la hora de la reconstrucción y también de sacar algunas primeras conclusiones ante la insuficiente y descoordinada respuesta de un Gobierno central incapaz de asumir sus responsabilidades y de un Gobierno regional sobrepasado en sus actuaciones.
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