¿Quién no ha experimentado la sensación de que el tiempo se detiene y la exaltación de esta vida perentoria se apacigua al abrazo de un “salón caoba” como bálsamo a lo inesperado? Un espacio donde el sabio relativismo de padres y abuelos, centinelas de un mundo real y nada cambiante, infunden la calma necesaria para todos los suyos.
El pretendido mundo virtual nos colmará de experiencias, pese a que, en muchos casos, resultan propicias para escapar de una orfandad emocional temida y para nada deseada. Queda confiar, en que las "vidas paralelas” o ese universo de la post-realidad no suplante nunca el valor único e irremplazable del otro, sino todo lo contrario, que la vida de nuestro igual resulte la máxima contribución a la nuestra.
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