En la primavera del 2006, tuve la oportunidad de viajar a Tierra Santa. En una de las múltiples visitas que realizamos a lo largo de aquella semana, pudimos recordar nuestra boda en el templo sito en Kafar Kanna (así se llama ahora esta población), que se encuentra en el lugar donde se produjo el primer milagro de la vida pública de Jesús. Me impresionó aquel pequeño pueblo que rezumaba paz. Dicho prodigio se realizó por el Maestro a instancias de su Madre.
Los contrayentes se habían quedado cortos en sus previsiones y estaban pasando un mal rato ante la expectativa de quedar en evidencia ante los invitados. Jesús, como hace a lo largo de toda su vida entre nosotros, está pendiente de los pequeños detalles y echa una mano a los que sufren.
La buena noticia de hoy se desarrolla en la misma zona en la que se produjo aquel milagro. La maltrecha Palestina, azotada por una guerra intermitente que se realiza desde mediados del siglo pasado. Parece ser que va a entrar en una etapa de alto el fuego, basándose en que a los beligerantes (y a los que les calientan desde sus cómodos sillones, desde los que manejan el mundo) se les han acabado las bombas, los muertos, los rehenes y los niños.
Supongo que, como tantas otras veces, a las primeras de cambio se enzarzarán en otra lucha sin cuartel, a fin de calmar sus ansias expansionistas, imperialistas y de venganza. Pienso que no saben hacer otra cosa.
Me horroriza ver como miles de seres inocentes mueren a causa de los designios de unos dirigentes políticos, que basan su dedicación a la destrucción de los otros. Prebostes que juegan a las batallitas, manejando teléfonos y gastando misiles, lo que llena los bolsillos de los países del primer mundo, fabricantes de armas, que necesitan estos conflictos para ser cada vez más ricos.
Ojala que el “buen vino” del sentido común y la vida pacífica lleguen a ese rincón del mundo, desde el que hace unos dos mil años tan solo nos llegan noticias de sacrificios humanos. Especialmente de los más sencillos. Sí, empezando por aquel Jesús, al que crucificaron,que años antes compartía con sus amigos un rato de felicidad, en una boda, que se pudo estropear por falta de vino, y que se solucionó por un milagro. Y después, a lo largo de la historia por tantos seres corrientes que solo quieren vivir en paz.
¿Cuándo llegará el milagro a ese rincón del Mediterráneo? En este caso la solución está en manos de los hombres. A ver si se deciden. Hoy gritan alborozados unos y otros. Parece ser que no caerán bombas por unos días.
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