Sr. Director:
Son muchos los puntos de nuestro mundo alzados en armas; otros, no pocos, puntos lo están a un paso de alzarse; otros… Sería una lista interminable de situaciones problemáticas de muy variadas circunstancias. ¿Qué ocurre en el mundo? Sábelo Dios, que es el único capaz de penetrar las conciencias de los hombres, quienes somos los responsables directos de tal y cual problemática.
¿Ambición? ¿Poder? ¿Avaricia? ¿Apetencia? ¿Reivindicación? ¿Pretensión? Repito: Sábelo Dios. Porque a veces ni los mismos hombres somos capaces de descubrirlo: Manejados por unos, engañados por otros, atemorizados por los de más allá…
Y en estas turbias circunstancias ¿quién tiene la solución?: Dios, solo Dios. Pero la voz de Dios está oscurecida, sofocada por tanta subversión.
No es el fin, es tiempo de esperanza: El Papa no cesa de clamar en favor de la esperanza, de la esperanza en Dios. Lo ha hecho desde hace años y lo está haciendo en este año especial, jubilar, dedicado a la esperanza. Y ha tenido la audacia de hablar de Abrahán como ejemplo singular de fe y de esperanza: “Abrahán cree, su fe se abre a una esperanza que en apariencia no es razonable; esta es la capacidad de ir más allá de los razonamientos humanos, de la sabiduría y de la prudencia del mundo, más allá de lo que normalmente es considerado de sentido común, para creer en lo imposible. La esperanza abre nuevos horizontes, hace capaz de soñar aquello que ni siquiera es imaginable. La esperanza hace entrar en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz”. Sí, al final la esperanza divina es el cauce más acertado para mirar el futuro con un sosegado optimismo.
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