Pertenezco a una generación, perdida en el tiempo, que considerábamos el domingo como un día especial. Posteriormente, a lo largo de los años el calendario lúdico se fue ampliando afortunadamente. Aun recuerdo la lucha por el fin de semana para todos, aquella semana inglesa que obligaba al cierre de los comercios el sábado por la tarde. Finalmente se consiguió.
Años después el inicio del descanso semanal se trasladó al viernes tarde y ahora se habla mucho del “juernes”. Esto es una locura. Los turnos partidos y los establecimientos abiertos todos los días de la semana, nos han llevado a un calendario que hace “festivo” de lunes a domingo según proceda. Esta situación permite desechar el objeto de mi comentario del día de hoy. Se trata de aquella “ropa de los domingos” que se guardaba en los roperos para “una ocasión”. Zapatos con los que no podíamos jugar al futbol y pantalones con los que no nos podíamos sentar en los escalones. Ya no tiene objeto.
Hoy en día no podemos saber en que día de la semana nos encontramos observando el atuendo de los viandantes. (Los pocos paseantes locales que intentan caminar entre la barahúnda de turistas, con pantalón corto y calcetines, que invaden nuestras ciudades). Ya nadie guarda sus mejores galas para los domingos. No tiene sentido. Cines, teatros, campos de futbol, bares, grandes superficies, tiendas y restaurantes, están a tope todos los días de la semana y a cualquier hora. Sin ir más lejos el viernes me cruce con una familia totalmente empingorotada que se dirigía a una boda. (Ahora las bodas también se celebran los viernes). A las 11 de la mañana.
Me dirán ustedes que soy un antiguo. Pero añoro aquellas mañanas de domingo en las que salíamos toda la familia, vestidos de punta en blanco, para ir a misa, dar un garbeo y bebernos una cervecita en la Alegría. Chaqueta y corbata, pantalón bien planchado y zapatos relucientes cepillados con crema Tractor.
La buena noticia de hoy se basa en que, gracias a Dios, la inmensa mayoría de nuestros coetáneos disfrutan de un merecido descanso semanal, aunque no corresponda con el domingo, en el que disfrutan del campo, la playa, una buena pizza o un arroz en una venta. No importa que no sea domingo para ponerse las mejores galas y santificar las fiestas. Barriga llena a Dios alaba.
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