En el día a día, pasamos por cientos de situaciones que nos pueden hacer sentir bien o mal, según la percepción que tengamos del momento y sobre todo del estado de ánimo. Cada una de las personas que conocemos tiene su vida, sus circunstancias y le afectan en mayor o menor medida las cosas que le van sucediendo. Aparecerán personas que nos cuenten verdaderos dramas que están pasando y que nos resulten, realmente tragedias, pero también otros, que se hundan en un vaso de agua y no nos parezca para tanto, siendo en este último caso cuando podamos mostrarnos poco receptivos en escucharles o por el contrario, les hagamos ver que no es para tanto.
Y es que cuando las cosas les pasan a los demás, parece que son menos importantes y pudiera ser, que pensemos que las personas que nos rodean son, a veces, demasiado exageradas para la situación que están viviendo. Observamos a nuestro alrededor que otros han perdido el trabajo pero si tenemos a amigos que lo están experimentando salimos con frases como “ya vendrán tiempos mejores”, si nos hablan de una ruptura les diremos que ya encontrarán a otra persona que les devuelva la ilusión, cuando otros no llegan a fin de mes les aconsejamos que se recorten un poco más y que busquen alguna ayuda porque seguro que las hay, cuando nos cuentan los problemas que tienen con hijos adolescentes les decimos que ya se pasará esa época, cuando nos muestran el dolor ante la pérdida de un ser cercano a causa de un fallecimiento les recordamos que hay que pasar el duelo y que, después, todo mejorará, cuando nos cuentan las noches de insomnio que pasan por las preocupaciones diarias, les aconsejamos que se tomen alguna pastilla para dormir… y así una y otras vez, restando importancia al asunto que nos están confiando porque pensamos que todo se puede resolver de una forma más sencilla y que no hay que exagerar las cosas. Digamos que estamos menospreciando el problema que otros nos cuentan por el simple hecho de que pensamos que no es para tanto.
Pero todas estas cosas cambian cuando algo de lo que nos contaron en su momento nos ocurre a nosotros. Será entonces cuando podamos entender que, quizá no estaban exagerando y que los sentimientos que en su día experimentaron esas personas, los estamos sintiendo nosotros en este momento. Cuando aconsejábamos de una manera sencilla y simple no aportando soluciones es ahora lo que a nosotros no nos vale para nada. Buscamos apoyo emocional y a veces, presencial, en el sentido de no sentirnos solos con nuestras penas y pensamientos, los cuales nos pueden invadir de forma exagerada nublándonos, por completo, nuestra perspectiva.
Será ahora cuando entendamos que hasta que no nos afecta algo de lleno no somos capaces de prestar atención al problema. Y en esto, también habrá excepciones porque existirán personas que tengan una gran empatía y que en el primer momento se interesen y conecten cuando conversamos sobre ello, pero por lo general, las personas nos mostramos ausentes o distantes cuando no tiene que ver con uno mismo el problema, cambiando la situación por completo cuando ya nos sucede o nos está salpicando.
Solemos ser egoístas y preocuparnos sólo por lo que nos interesa. Nos afectan sólo aquellas cosas que tienen que ver con nuestros familiares más cercanos, aunque incluso, a veces ni tan siquiera en algunos círculos porque todo depende del tipo de relación que se haya tenido con ellos. Y es que, lo que hay que pensar es que cuando otro nos confía algo que le aflige y que le supone un dolor porque no es capaz de poner en orden su cabeza debido al agobio, lo que hay que hacer es escuchar, entender y después, reflexionar sobre cómo no sentiríamos si a nosotros nos sucediera porque es muy fácil hablar sino se está bajo el mismo prisma de sufrimiento. Y es que el nivel que uno toma para involucrarse depende mucho de la capacidad y el esfuerzo que esté dispuesto a hacer para interesarse por la situación. Somos seres que formamos parte de una sociedad que nos enseña desde pequeños a ser competitivos y en pelear, pero no debemos olvidarnos que para poder desarrollarnos correctamente necesitamos a otros y que hay que intentar ponernos, siempre, en su lugar.
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