Ser noble no es una cualidad en sintonía con el ascensor económico social de la vida moderna. No al menos si uno quiere llegar a ser influyente, hacer crecer su camino a toda prisa entre los gigantes mundiales o ser tenido en cuenta en el Ibex-35. Hoy vale más la cantidad que la calidad, el envoltorio que el caramelo, la superficie que el fondo... Al menos eso quieren hacernos creer quienes necesitan estar rodeados de ese espacio voraz en el que todo vale para creerse más fuerte. ¡Hay que tener mucha hambre para tragárselo todo! Pero todo eso no es verdad. La nobleza cuenta, aunque cueste mucho lucharla, ya que nobleza significa ser valiente, defender lo que es justo sin miedo, ser transparente y de verdad.
¿Qué es de verdad para ustedes? ¿Sus raíces, su familia, los amigos, los valores que les hacen crecer, su infancia, los proyectos por los que han entregado la vida?
No hay dicho más cierto que ese que dice que «lo que ves es».
Ser noble es ser leal a unos principios que hoy quedan muy lejos de las grandes cadenas industriales, los atascos en las carreteras radiales, los transgénicos, los interminables intermediarios o los fondos de inversión. Quizá yo no esté en el camino del ascensor mundial, pero con mis libros, mi escritura, la compañía y el amor de mujer, Eva, y un buen vino para compartir, soy feliz... ¡Sí!
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