| ||||||||||||||||||||||
Si se tiene en cuenta lo que Alberto Garzón ha dicho sobre las puertas giratorias en los últimos años y en muchas ocasiones, como puede comprobarse fácilmente en las redes, su abortada decisión de hacer una puerta giratoria para fichar por una empresa de tráfico de influencias era indecente.
A poco que nos adentremos en nosotros mismos y ensanchemos la mirada en nuestro alrededor, observaremos un aluvión de sufrimientos que estimulan a la desesperación, generando una atmósfera verdaderamente inaguantable, en todos nuestros pueblos, sociedades y etapas vivientes. Los nubarrones son tan fuertes, que el mundo parece haber caído en una recesión de principios y valores.
Siempre he sentido una especial fascinación por Emiliano Zapata, el revolucionario mexicano. No precisamente porque fuese padre de 16 hijos de 14 mujeres, aunque eso me parezca una auténtica heroicidad que, por demás, parece que no le resultó incompatible con las relaciones que tuvo con algunas personas de su mismo sexo. Me fascina porque me parece que actuó siempre guiado por un impulso moral liberador de los demás tan generoso como inquebrantable.
El sistema económico son los ladrillos; la cultura, la argamasa que los une. A la cultura, como elemento de poder, no se la suele considerar importante. Sin embargo, las élites privilegiadas sí la valoran; saben que las ideas y las convicciones tienen un gran potencial.
Está claro que los ciudadanos proponen y los políticos disponen. Cada día es más evidente. Incluso ha habido un cambio sustancial, los empresarios, atendiendo a sus intereses empresariales (y el pleonasmo es intencionado) proponen y unos políticos que no sabemos en dónde alimentan sus decisiones (es un decir), disponen cosas que no interesan a casi nadie; y lo que es peor, a las que no se ve eficacia alguna.
Es el momento de los buenos deseos, de alumbrar nuevos horizontes con el alma serena y la confianza puesta en el futuro, de hablar claro y profundo a la hora de formular la seguridad de la genealogía humana, conciliando y reconciliando pulsos y latidos; y, así, poder sostener la lámpara de los días, para ver claro e indicar el buen camino a tomar.
Todas las iglesias son maestras en crear imágenes truculentas, como la de los tres grandes enemigos del alma: Mundo, demonio y carne. Enlazándola con lo de Sodoma y Gomorra (¿se trato de rememorarlas en Japón?) nos permite imaginar cuál puede ser el castigo que recaería tanto sobre culpables como sobre inocentes.
Los acontecimientos de la política nacional argentina han puesto a Sergio Massa en una especie de posición de hombre gris. No se trata de una profecía ni mucho menos de designios mesiánicos. Massa es, en definitiva, el hombre que le da identidad al pragmatismo maquiaveliano. Su jugada es, por cierto, arriesgada. Es todo o nada.
Tenemos la idea de que hemos entrado en una nueva etapa en la que nuestra nación parece haber adjurado de muchas de sus tradiciones, de lo que han sido costumbres parlamentarias y de la importancia de algunas de sus instituciones más relevantes, que tomaron cuerpo, se entronizaron y fueron el leitmotiv de lo que se dio por denominar la España de la transición, fruto de la nueva Constitución, postfranquista, de 1978.
La Guardia Civil fue creada durante el reinado de Isabel II gracias al Real Decreto de 28 de marzo de 1844. Y al año siguiente, en 1845, se aprueba la Cartilla de la Guardia Civil, en donde se recogían «los principios, valores y virtudes de los miembros de la Guardia Civil, estableciendo un alto nivel moral, además de regular aspectos de mera urbanidad, relaciones sociales y humanas de los integrantes de la institución con la sociedad, autoridades e instituciones».
He escrito muchos comentarios sobre esa “prudencia política”, que muchos consideran esencial en el desarrollo de la actividad parlamentaria. Siempre he querido referirme al “patio de la actividad política”, nunca, eso espero, al ámbito personal. Dicho esto, debo exponer con claridad mi postura ante la llamada “prudencia política”.
Por eso cumplimos concienzudamente con nuestros deberes sociales, y los otros… Somos ciudadanos responsables y sensatos. También respetuosos con todo el mundo y buenos ciudadanos, a menudo excelentes. Y todo eso no es circunstancial, ni contingente o condicional, tampoco supeditado al contexto. Todo eso es sagrado y absoluto para la población que defendemos, la que somos y creemos que debe ser siempre.
Los gobernantes son el reflejo de la sociedad. No son ángeles santos que han bajado del cielo para sacar las castañas del fuego a las naciones. Son personas salidas de la masa social y, por lo tanto, con las características buenas o malas propio de una humanidad caída en pecado, lo cual ha desfigurado la imagen y semejanza de Dios en que fue creada.
|