En un mundo donde las reacciones impulsivas dominan el día a día, la historia del sabio y el escorpión nos deja una enseñanza atemporal.
Se dice que un sabio caminaba cerca de un río cuando vio a un escorpión luchando por no ahogarse. Con un acto reflejo de compasión, extendió su mano para rescatarlo, pero al hacerlo, el escorpión lo picó. A pesar del dolor, el sabio insistió en salvarlo. Un hombre que observaba la escena le preguntó con incredulidad:
— ¿Por qué sigue intentando ayudarlo si sabe que lo va a picar?
El sabio sonrió y respondió:
— Es la naturaleza del escorpión picar, pero la mía es ayudar.
Este relato nos invita a reflexionar sobre nuestra propia identidad y valores. En la vorágine de la vida moderna, enfrentamos a diario situaciones en las que los demás pueden actuar con ingratitud, egoísmo o incluso agresividad. La reacción instintiva suele ser devolver la misma moneda, adaptarnos a la hostilidad del entorno y justificar nuestra dureza como un mecanismo de defensa.
Pero, ¿qué nos define realmente? ¿Nuestra esencia o las circunstancias que nos rodean?
El sabio del cuento nos recuerda que, aunque el mundo esté lleno de dificultades y desencuentros, nuestra verdadera fortaleza radica en mantenernos fieles a lo que somos. No se trata de ser ingenuos ni de permitir abusos, sino de no dejar que las acciones ajenas corrompan nuestros principios.
En tiempos de crispación, donde las redes sociales magnifican cada agravio y el debate se torna cada vez más polarizado, recordar esta historia cobra más relevancia que nunca. No podemos controlar el comportamiento de los demás, pero sí decidir cómo actuamos nosotros.
Como el sabio frente al escorpión, podemos elegir entre reaccionar con resentimiento o reafirmarnos en nuestra naturaleza. Y en esa elección, es donde realmente se mide la grandeza de una persona.
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